martes, 1 de marzo de 2016

CUANDO ACEPTAMOS QUE NO HA GANADO NADIE…

Asumimos entonces que hemos perdido todos.

Aceptémoslo, en esta sociedad neoliberal, en la que todo es postureno cuando no chovinismo;  nada puede sonar más tétrico, o si se prefiere más lamentable, de lo que ha hecho el discurso de ¿investidura? Pronunciado hoy por el Sr. Sánchez.

Así como sonaba el florero de mamá al romperse, en los tiempos en los que todavía creías podías esconderte detrás de las vanas excusas. Así como sonó el primer retrovisor de coche que sucumbió ante aquel terrible balonazo destinado a convertirte quién sabe si en máximo realizador de la liga de primera división; así ha sonado el discurso del Sr. Sánchez.
Sin embargo, lo cierto es que pecaría de injusto en el caso de seguir empecinado en comparar aquel tremendo zurdazo, con la farsa de tiro con marcado efecto a la derecha  en la que unos y otros se han empeñado en convertir el espectáculo al que hemos asistido en la tarde de hoy.

Alguien dijo que aceptar una injusticia era como hacerles trampas al destino. Asumiendo que el destino puede ser el resultado de responder de manera ordenada a la suerte de preguntas que la realidad te impone; bien podríamos decir que lo de hoy no ha sido sino la conculcación no ya de una serie de normas y valores (lo cual podría resultar hasta excitante en la medida en que podría suponer el principio de una suerte de revolución), sino la consagración definitiva de algo que algunos llevan tiempo anunciando. Algo en cualquier caso mucho menos Romántico, mucho menos Noble.

Escuchar hoy el monólogo al que la ordenación de procederes ha tenido a bien reducir el Debate de Investidura da lugar, o al menos debería hacerlo, a muchas conclusiones. Una de ellas, no sé si la primera, pero tal vez sí la más importante, ha de pasar necesariamente por la constatación de que ya definitivamente, tal y como nuestros representantes nos demuestran, parece normalmente aceptado el hecho de que definitivamente hemos cambiado el modelo desde el que damos validez cuando no importancia, a las cosas.
Semejante cambio, implementado obviamente a partir de la aceptación de que el anterior modelo ha sido superado, cuando no ha fracasado directamente; se muestra ante nosotros de manera clara y distinta precisamente a partir de la toma en consideración de algunas de las cosas dichas, cuando no mencionadas por el Sr. Sánchez.

Así, haciendo buenas las afirmaciones que aquí llevamos tiempo vertiendo, la certeza de que la Ideología es un fenómeno que en Política es exigible tan solo a los militantes, para los cuales se erige en refugio; en tanto que para los representantes y líderes la exigencia de tal Ideología, lo que convencionalmente se resume en coherencia, acaba dando lugar a un obstáculo tan grande que acaba por convertirse en insuperable; es algo que hoy ha quedado netamente patente.

Porque entre metáforas culinarias, guiños al destino (el cual hoy ha tenido a bien personarse bajo la forma de alguna sonrisa sardónica); y ostensible citas con el futuro reducido éste a una semana; lo que el Sr. Sánchez ha deslizado no es sino una bomba de relojería. Una bomba de relojería cuyo detonador pasa por aceptar que, efectivamente, la sostenibilidad de la Ideología no es sino el principio del fin.

Desde la luz que proporciona esta nueva perspectiva, afirmaciones como las emitidas por el Sr. Sánchez en base a las cuales ·”resulta comprensible hoy en día que la Economía determine la Política…” adquieren visos no ya de ser comprensibles, sino que yendo si cabe un poco más allá, nos permiten incluso hacernos una idea de quién es verdaderamente el Sr. Sánchez. O por ser más justos tal vez sería más adecuado decir que afirmaciones como éstas nos permiten saber con mayor certeza en qué lugar de la Política moderna se encuentra hoy el Sr. Sánchez.

Que nadie se confunda, decir esto no significa, ni remotamente, que el discurso pronunciado hoy por el Sr. Sánchez haya de servir ni para describir política alguna, ni mucho menos para orientar ningún cambio en la misma que pueda optar en convertirse en algo digamos remotamente digno de ser tenido en consideración.

Más bien al contrario, el discurso que hoy ha pronunciado el Sr. Sánchez ha sonado más bien a epitafio. Un epitafio que habrá de identificar la tumba no ya de una Política, cuando sí más bien de un Sistema. Porque solo desde la comprensión de la frustración que embargaba hoy al Sr. Sánchez, podríamos llegar  a intuir siquiera vagamente la dramática certeza de la que el se cree único conocedor. Una certeza que pasa por asumir que tanto lo cánones como por supuesto los esquemas que hasta el momento se habían mostrado eficaces para interpretar la realidad, se revelan ahora como absolutamente inútiles.

Llegados a este momento, en el que las pinturas que decoran los pasillos otrora tan transitados hoy ya no nos son reconocibles. En un momento en el que incluso los espejos parecen haber iniciado un cruel sueño, toda vez que no nos reconocemos en la imagen que nos devuelven;  es cuando de manera tan instantánea como dramática, topamos con la cruel realidad. Una realidad que pasa por asumir, ya no vale con constatar, que los tiempos del cambiemos unas pocas cosas para que al final no cambie nada; ya no es que no sirva, es que caer en ello como recurso conlleva tu inmediata expulsión de la partida.

Os tratáis pues, Sr, de un jugador viejo. Tal vez vuestra edad apunte lo contrario, mas vuestras formas os delatan. Y las formas son en Política, como ha quedado ahora de manifiesto, algo más que un ingrediente.

Por ello, tal vez por ello, que ni una sola vez os he llamado Candidato a la Presidencia. A lo sumo, Sr. Sánchez.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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