lunes, 20 de enero de 2014

DE LA MACABRA DANZA DE LOS SIETE VELOS.

Acudimos un día más, a nuestra cita con el silencio. Presos de la resignación, agoreros de la nostalgia, asistimos cabizbajos, aunque no por ello contravenidos, al proceso por el cual un día más las injurias han ascendido al grado de certezas inexcusables, amparadas por el que cada vez con más fuerza se traduce en el más bellaco de cuantos argumentos pueden ser dilucidados, el que pasa por constatar que, una vez más, el último hombre justo permanece sin hacer nada.

Caen así de manera lenta los últimos velos, dejando al descubierto, tal y como por otra parte suele ocurrir en estos casos, tanto las verdades, como a la sazón las miserias, que forman parte de manera proporcionada, cuando no más bien decorosa, de la mayoría de las acciones en las que, hoy por hoy se encuentra inmerso, de una manera u otra, el ser humano.

Se convierte así lo que no debería dejar de ser nunca decoroso desnudo, metáfora por otro lado perfecta de la más evidente de las transparencias; en un ejercicio de pornografía, considerado siempre, y de manera más evidente ahora si cabe, como fútil muestra de no ya de las consideraciones  externas de miseria, en tanto que éstas han de formar parte, qué duda cabe, de otros grados de certidumbre a los cuales sin duda habrá de resultar imprescindible acudir una vez que los actuales acontecimientos que han terminado por desbordar al hombre y a su sentido de la moralidad retornes poco a poco a su cauce, permitiéndonos con ello rememorar a modo de incipiente guía aquellos tiempos en los que sin duda alguna nos reconocíamos a nosotros mismos.

Dicho todo lo cual, y una vez que la presente bien pudiera parecer la disertación de un ido, o quién sabe si de alguien que verdaderamente está comenzando a postular seriamente la posibilidad de irse; lo cierto es que dos acontecimientos similares, aunque diametralmente separados en el tiempo, como son la publicación en la mañana de hoy del informe perteneciente a uno de los Grupos de Acción Internacional más importante del mundo, cual es Intermont Oxfant; y la entrevista al Sr. Presidente del Gobierno en la noche de hoy; me llevan de forma conjunta, aunque a priori la intermediación de vínculo alguno, puede resultar caprichoso, lo cierto es que para mí no resulta difícil de inferir.

Cuando accedo a los datos específicos de la entrevista reseñada, y compruebo por ejemplo que ochenta y cinco de las más importantes fortunas del mundo manejan un montante cuantitativamente superior en recursos al que permanece por otro lado a disposición de los que componen la población mundial, cifra ésta que supera los tres mil quinientos millones de personas, lo cierto es que una vez superados los instantes superiores, en los que de manera absolutamente ingenua tratas de hallar una explicación mínimamente lúcida; lo cierto es que superados esos  primeros momentos, y cuando la lucidez recupera los espacios que la sorpresa primero, y la indignación después, ocuparon; lo cierto es que la realidad cae ante ti, de manera por nada venturosa, pero sí de cualquier modo reveladora.

Aunque reveladora resulta ante todo, bien es posible que no en los términos en los que pueda parecer, el proyecto de entrevista, con el que la señora LOMANA nos ha deleitado en la noche de hoy, cuando entrevistaba, al menos se supone, al Sr. Presidente del Gobierno.
Así, entre concesiones, sarcasmos y patetismos varios; lo cierto es que lo único que he sido capaz de sacar en conclusión plena, es que afortunadamente no somos gobernados por aquéllos que, por otro lado se atribuyen tal menester.

La absolutamente imperdonable indolencia con la que se ha desarrollado todo el esperpento, unido al por otro lado ya evidente vacío conceptual que  acompaña a cuantas acciones el Sr. RAJOY tiene a bien desarrollar, conducen, o al menos a mí así lo hacen, a desarrollar la espeluznante esperanza de que verdaderamente, no sean éstos los que deciden no ya sobre mi futuro, sino simplemente sobre mi presente.

Y es así como uno se sorprende poco menos que dando gracias de que no sean éstos los que decidan ni tan siquiera sobre la marca de servilletas que efectivamente se usan en la cafetería del Congreso.
Pero es igualmente así como para nuestra desgracia tenemos que comulgar con la certeza de que sean otras fuerzas, ni tan siquiera aquéllas que han salido victoriosas del infausto proceso democrático en el que nos hallamos inmersos, las que tomen finalmente las decisiones.

Unas decisiones que por más que no lleguemos tan siquiera ni a intuir su alcance, lo cierto no pasa por que ya no sea Madrid la ubicación donde se emplace el foro desde el que las mismas han de ser abanderadas, lo cierto es que ya tales foros han abandonado incluso Bruselas, para dirigirse a la ingente DAVOS.

Porque definitivamente, de lo que a estas alturas es lo único de lo que podemos tener fría y sencilla constatación es de que ni los motivos ni las causas, ni por supuesto los medios desde los que se lleva a cabo la toma de decisiones que infantilmente aún consideramos como el motor de la manida Democracia; tiene nada que ver con aquello con lo que una vez soñamos, con aquello con lo que algunos una vez vertieron su sangre, y con aquellos que una vez protegieron incluso con su vida lo que una vez configuró sus esperanzas.

Y todo para determinar de manera expresa y precisa que, como efectivamente algunos expresan cada día, la ley no solo no es igual para todos, sino que hemos llegado a un punto en el que de manera ya carente de velos, y sin el menor recato de pudor, tanto la ley, como los procedimientos destinados a convertirla en el mayor logro del ser humano, ha quedado reducido a una pantomima destinada a defender a los que actualmente gobiernan, decididos además a garantizar que el actual estado de las cosas se conserve por sí solo durante muchos años.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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