lunes, 22 de abril de 2013

DE ÉTICA, MORAL, Y DE LA ILUSTRACIÓN COMO RESULTADO.



La Moral no es el reflejo de unos valores existentes fuera del Sujeto. Esa Moral no está en Dios, ni en la causa primera o substancia universal. La Moral es un acto que surge de la Conciencia Individual del ser Humano.

En cualquier caso, eso de dios, da que pensar.

El 22 de abril de 1724 nacía Emanuel KANT, y sin el menor género de duda posible, nacía el mayor genio crítico de la Historia del Pensamiento Moderno.

Constituye la obra del finalmente rebautizado como Inmanuel KANT, la Piedra de Toque a partir de la que vertebrar la explicación ordenada de la larga serie de acontecimientos que, a partir, o en torno a su figura, promoverán el desarrollo y consecución final de compromiso de lo que nos hemos dado en llamar Ilustración, toda vez que semejante periodo constituye en realidad, más que una concatenación de hechos históricos; la superación de éstos toda vez que el sentido a los mismos puede encontrarse en ellos mismos, acudiendo en cualquier caso no a su revisión individualizada, sino más bien desde la perspectiva sincrética que  de su aglutinación obtenemos.

Es así que nos encontramos ya en las mejores condiciones para establecer la primera de las múltiples relaciones que pueden establecerse. Si KANT es, a título de proceder, el más importante de los filósofos críticos del momento, y además asumimos su papel de precursor por antonomasia de la Ilustración. ¿Podemos pues afirmar que la  Ilustración surge como resultado de una labor crítica?

La pregunta no es para nada menor, pues plantea la cuestión para nada nimia de tratar de conceptualizar si la Ilustración surge por evolución de un concepto, ya sea éste original o derivado; o si por el contrario encuentra su origen a partir de la discusión derivada de la oposición a uno o varios de los elementos que conforman una estructura de pensamiento que naturalmente le precede en el orden histórico.

En pos de lograr el establecimiento de las relaciones lógicas, resulta imprescindible introducir, llegado este momento, que otro de los conceptos primarios a los que inexorablemente hay que hacer alusión cuando hablamos de Ilustración desde una perspectiva rigurosa, es el de Humanismo.
Es el Humanismo el resultado científico cuando no categórico, desde el que se concitan todas y cada una de las relaciones de oposición que se dan cuando el Hombre, en su más franca acepción, y siempre en el ejercicio cifrado en este caso en su necesidad de recuperar el tiempo y el espacio perdido, se enfrenta por primera vez de forma franca y directa, con la que por aquél entonces es la fuerza por naturaleza. Estamos hablando de la Religión.

Si en condiciones normales la discusión Filosofía Vs Religión puede ser forzada, en el caso de la oposición manifiesta a partir de los elementos que les son propios, a saber Edad Media Vs Ilustración; hacen esta lucha no solo franca, sino imprescindible.
Es así que, lo que en este caso se enfrentan definitivamente, no es tanto la Religión con la Filosofía, como sí en realidad el hecho de si el Hombre está o no autorizado a buscar por sí mismo respuestas más allá de los límites que Dios mismo se supone le impone.

Llegados a este punto, parece imposible negar la condición evolutiva que de la propia lucha de contrarios puede llegarse a obtener.

Y es precisamente de semejante lucha de contrarios, de la que KANT obtendrá una de las más productivas fuentes de energía de las que alimentar su trabajo.

Porque con KANT, podemos declarar oficialmente inaugurada la época de los pensadores ordenados “en tanto que tal”.
Es el momento sin duda, proclive a ello. La definitiva crisis del pensamiento Europeo, que ha permitido a las viejas corrientes medievales sobrevivir dando tumbos desplazándose por los viejos bastiones de la creencia cristiana europea; se ha venido definitivamente abajo, a modo de las murallas de Jericó, arrastrando a la Europa Política y Social a la primera de una sucesión de muchas crisis que amenazan no tanto con enfrentar al continente con sus miserias, sino que más bien puede conducirlo a su fin, al enfrentarlo con el vacío moral.

La superación de la Edad Media, aparte de un proceso largo y absolutamente tedioso, presenta el inefable riesgo de enfrentar a dejar a los hombre solos, en el más absoluto de los sentidos, frente al más terrible de los miedos, el que se ve precedido por la sensación de soledad formulada en la falta absoluta de referentes.
Será precisamente la modificación de estos referentes, en los que el absolutismo de los valores procedentes de la interpretación del dogma, se ve superado por el ejercicio crítico de la Ciencia; lo que lleve definitivamente a definir de manera clara aquello que compondrá los protocolos de referencia dentro de los cuales habrá de desarrollarse el ejercicio dialéctico propiamente dicho.

El resultado de tamaña concentración, tiene dos vertientes. Una es efectivamente resultante, y se cifra en las conclusiones que se relatan en la concepción del modelo Copernicano-Kantiano.
Otras, las más importantes tal vez, son de procedimiento, y se resumen en la transcendencia que se esconde tras el lema Sapere Audet (atrévete a saber).  La responsabilidad como límite fenomenológico de la Ética de Kant.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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