martes, 5 de febrero de 2013

DE ÉTICA, MORAL, Y OTRAS ZARANDAJAS POR EL ESTILO


Anochece, un día más, y lo único que a estas alturas todos comenzamos a tener claro, es la absoluta certeza de que nos hundimos. Sí, nos hundimos, es ya una certeza matemática.

Hace algunos días, me atreví a describir nuestra situación aproximándome a la misma mediante el símil del desastre de la ciudad de Pompeya. Hoy, muy a mi pesar, he de cambiar tal comparación una vez he comprobado que el desastre del Titánic resulta definitivamente más certero, a la par que moralmente, es más justo.

La diferencia es, a todas luces, evidente.

En el drama de Pompeya, la condición de desastre natural inevitable en tanto que absolutamente imponderable, es el que a todas luces aleja de las almas el miedo a la responsabilidad. Así,  todo el mundo queda por definición libre de responsabilidades de índole moral al ser del todo imposible la adopción de cualquier medida que prevenga de los resultados, o aminore los efectos de éstos.
Sin embargo, el desastre del Titánic está ligado en todos sus procederes al planteamiento, desarrollo y ejecución final, de la mano del Hombre. Y es a éste a quien en toda su condición le corresponde obrar en consecuencia.

De parecida manera, el Caso Bárcenas, la supuesta Gestión Paralela de la Contabilidad del Partido Popular, y sobre todo la manera de tratar el asunto, y por supuesto la forma de tratar a los ciudadanos que está demostrando el Gobierno, nos lleva a todos a tener que considerar seriamente nuestro grado de responsabilidad en tanto que no hemos logrado ni solucionar el problema, ni exigir la solución a cuantos pueden participar activamente en la consecución de la misma.

Cada día que pasa sin respuesta, es un día más que debería dolernos a todos los ciudadanos en tanto que cada instante que consentimos permanecer bajo este estado, es en realidad un instante más en el que humillamos a todos los que lucharon para proporcionarnos lo que, hoy por hoy disfrutamos.
La Democracia es, una entidad dinámica. Es una realidad dinámica que cambia conforme se la somete al quehacer diario. Por ello, como todas las realidades sometidas a tales condicionantes, sus avances o retrocesos no sólo no están asegurados, sino que dependen directamente del grado de coherencia con el que la alimentemos. Y no olvidemos que como hecho humano en tanto que entidad social, se alimenta de nuestros actos.

Así, el silencio, la opacidad y la laxitud con la que unos y otros estamos actuando, o consintiendo que otros actúen, de cara a la cada vez más inexorable necesidad que hay de que se tomen medidas contra la cadena de sucesos de la que ya todos somos absolutamente conocedores dentro de la cadena de atrocidades cometidas por la Derecha de Última Generación que nos gobierna; nos lleva definitivamente a plantearnos el grado de verdadera responsabilidad que se podría extraer no tanto de nuestras acciones, como sí probablemente de la ausencia de tales.

Muchos son los años que unos y otros llevamos viviendo con tranquilidad a la sombra de árboles plantados por otros. Tal y como se veía venir, la incapacidad para promediar el conocimiento del grado de sufrimiento que se hizo necesario para proporcionarnos lo que tenemos, se convirtió en la gran trampa que nos ha traído hasta aquí,  dado que no valoramos suficientemente la valía de lo conseguido.

Pero todo eso se acabó. Ha llegado la hora. Esto ya no resiste más. Ha llegado la hora de los valientes, la de todos aquellos que se  muestren dispuestos no tanto a defender las estructuras de una decadencia que se pone de manifiesto alimentando incluso a los que llevan en su genética la necesidad de destruirla; sino que por el contrario estén dispuestos a ser netamente coherentes con su responsabilidad, y la asuman lanzándose a la construcción de un sistema nuevo. Tan nuevo que incluso haga necesaria la reinvención de los métodos destinados a sabotearla. Unos métodos tan novedosos que lleven incluso a la Derecha a reinventarse.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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