jueves, 31 de enero de 2013

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE POMPEYA.


Asistimos, desde el distanciamiento que sólo puede ser muestra de la absoluta desgana, cuando no de la sinrazón, a la puesta en práctica del último acto de esta tragicomedia en la que desgraciadamente se ha convertido ya a todas luces, la escenificación del ejercicio de la Política en España.

La Confianza, a saber única justificación sobre la que recae a la sazón todo el peso del escenario en el que se representa todo el ejercicio de la moral, la ética y en última instancia de la política que a su vez se engloba en lo que llamamos Democracia; recibe hoy el último de la a saber larga y ya dilatada cadena de golpes, uno tras otros de los cuales siempre creíamos que se repondrían.

Pero en la mañana de hoy, la revelación, intencionada o no, de los papeles por todos conocidos, pone sobre la mesa la certeza de una realidad cuya sospecha, no por esperada, resulta menos dolorosa y lamentable.
Así, llegado este momento, no podemos afirmar qué es lo que más deterioro le causa a la Democracia. Si los balbuceos y lamentos de la responsable de Moncloa esta mañana temprano en Cadena COPE; o el hecho de que el Sr. Rubalcaba todavía no se haya atrevido, repito, todavía no se haya atrevido; a pedir la dimisión del Señor Presidente del Gobierno.

Vivimos en un país ficticio, que ha construido en torno de sí una realidad onírica de la cual hoy toca despertar. Y como suele pasar en los sueños, el despertar de ellos conlleva una elevada dosis de frustración.
Frustración, que hoy adopta las formas que proceden de comprender que apostar todas nuestras ilusiones a tan sólo dos cartas, no ha sido una buena idea.

Así, el bipartidismo en el que nos encontramos, y que ha presidido esta ficción democrática en la que la ya toda una generación hemos vivido de manera exclusiva, ha tocado a su fin.

Todas hieren, menos la última que mata.

En Pompeya se han encontrado cadáveres cubiertos por cenizas volcánicas que han preservado en los mismos a veces incluso el rictus que llevaron en su último estertor.
A nosotros al menos nos avisan de ello. Somos más responsables,

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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