lunes, 23 de diciembre de 2013

DE NUEVO, NAVIDAD.

Sumergidos una vez más en la falacia de los recuerdos forzados, las buenas voluntades de tapadillo, y los deseos bienaventurados con fecha de caducidad, no parece quedarnos un solo instante que deba o pueda ser dedicado a la reflexión.

Inmersos ya si de manera inequívoca en éstas, a mi entender las únicas fechas festivas en las que aparentemente todos participamos de emotividades parecidas a las propia de aquéllos que votaron al PP esto es, nadie sabe cómo ha sido, mas de nuevo, aquí están, o lo que es lo mismo, todos parecemos estar de acuerdo en que lo único que dirige nuestro ánimo, pasa por desear que pasen pronto. Lo cierto es que  precisamente es dentro del periodo general en el que vivimos, donde más sentido parezco encontrarles, precisamente yo, a quien siempre me ha costado no solo entenderlas, sino disfrutarlas.

Dentro del momento histórico que compone nuestra realidad temporal, creo afirmar en cierto que una de las certezas que con más fuerza ha calado en nosotros en los últimos años, es la imposibilidad manifiesta para hacer recalar en nuestro recuerdo, con un mínimo de nitidez, ni tan siquiera una pizca de los acontecimientos que no hace tanto en otro tiempo, y quién sabe si en otros lugares, sin duda hubieran copado buena parte del escenario de nuestros recuerdos.
Constituye esa misma certeza, o más concretamente el efecto que su constatación produce en nuestra emotividad, una clara prueba, si no la más certera de cuantas podamos seriamente aportar, en pos de la ratificación del principio ya expuesto en origen según el cual la velocidad a la que vivimos nuestra vida, o por hablar con más rigor la velocidad mediante la que pasamos por nuestra propia vida, nos lleva a tener que considerar con bastante fuerza la posibilidad de la tesis por algunos defendida según la cual, el origen de la actual crisis se halla en realidad ubicado el concepciones axiológicas, de valores; siendo en realidad el efecto económico un corolario, o a lo sumo la constatación efectiva de ello.

Y todo para llegar a la lacónica, cuando no funesta conclusión de que hemos fallado. Hemos fallado con estrépito, sin vuelta de hoja y por supuesto, sin posibilidad de discusión. Y da igual que lo miremos desde aspectos y matices, o que lo hagamos desde el absolutismo propio del dogma. Es indiferente pues que apliquemos la concepción relativista, que preconiza el origen del Hombre en algo poco más riguroso que la concepción azarosa; o que lo hagamos desde las en apariencia más tranquilizadoras vertientes del absolutismo que ve en voluntades competentes para la creación el vínculo de todo con todo.

Al final, el único nexo común es que pasa por la inexorable constatación de que indefectiblemente, hemos fallado.

Y hemos fallado porque si a estas alturas necesitamos      que nos expliquen ciertas cosas, o en el peor de los casos estamos dispuestos a aceptar muchas otras sin exigir ninguna explicación. Si podemos permanecer impasibles ante ciertas imágenes o peor aún, somos capaces de entender el significado, y pasar a renglón seguido a otras cosas, sin que se observe en nuestro acervo el mínimo impacto, muesca o resquemor es porque, efectivamente, algo funciona realmente mal.

Constituyen éstas fechas un espacio proclive para la generosidad. Es como si de repente normas, conductas, comportamiento e incluso valores otrora deplorados, adquiriesen ahora algo más que patente de corso, llegándose acaso a considerar como una posibilidad incluso su aceptación dentro de los cánones si no de la buena conducta, sí al menos de las no condenables.
Amparado en el umbral de realidad que me habilita semejante conducta, es por lo que yo me atrevo a someter a consideración otra forma de generosidad. Se trata, en contra de lo que pueda parecer, de una generosidad no de todo altruista, ya que en contra de lo que hoy por hoy constituye aquello que está bien visto, no solo no oculta su clara voluntad de lucro, sino que hace de la constatación de tal hecho el eje primario de lo que podríamos considerar su eje de formulación.
Así, embebidos como estamos en un tiempo en el que el segundo es la fuente de las tentaciones, y el presente es el umbral más lejano en el que la mente consciente es capaz de pensar, bien puede ser cierto que la elaboración de un plan de trascendencia se erija en el proceso más honrado al que el Hombre actual pueda aspirar.

Como parte activa del momento que nos ha tocado vivir, y como víctima propiciatoria de las consecuencias que nos han sido propias, podemos extraer la conclusión unívoca de que el aquí, y el ahora, se han convertido en fuerzas inexcusables que se han mostrado por sí solas como amplios valedores de la voluntad y del rigor humanos.
Hallándose esos preceptos probablemente en la esencia de lo que ha venido a deteriorar para siempre los cimientos de lo que una vez creímos absolutamente inexpugnable consideración de nuestra percepción del mundo; lo cierto es que la confirmación de lo erróneo en cuanto a la vigencia de la estructura, ha colocado sin duda en una posición muy inestable al resto de preceptos, cuando no de componentes que componían la tupida red de nuestras percepciones.

Porque al final de eso se trataba todo, de percepciones, de especulaciones…de sueños en definitiva. Sueños que, tal y como hemos podido comprobar se han venido abajo como castillos de naipes, ante el primer conato de viento.

Y es por eso que ahora, nos toca dar muestra del primer gesto responsable en mucho tiempo. Un gesto que hace de la generosidad su fuerza. Un gesto que se ha de alimentar no de la humillación del que se sume en la derrota, sino de la valentía propia de los que son capaces de reconocer sus errores, asumiéndolos como paso previo no solo para superarlos sino para, en el transcurso, atreverse a ser mejores personas.

Es por eso que estas fechas pueden ser las adecuadas para comenzar a forjar un plan de acción que parta de la certeza de que, muy a nuestro pesar, el grado de constatación de los efectos de lo que nos ha golpeado, supera de tal manera incluso al peor escenario pintado por los que hace no mucho éramos considerados no solo pesimistas, sino abiertos antipatriotas; que cualquier intento de concebir la idea de que nuestra generación va a ser testigo de un verdadero conato de superación, no pasa sino por constatarse como una muestra de intelecto infantil.

De ahí precisamente que ahora más que nunca, resulte de verdad imprescindible asumir el porcentaje de capacidad de sufrimiento que todo individuo atesora, y seamos capaces de canalizar la fuerza que le es propia, en pos de conformar una tupida red de pensamiento encaminada a activar proyectos, medidas y estrategias que, en consonancia con lo expuestos abandonen el cancerígeno tejido de lo cortoplacista, y apuesten decididamente por la consolidación de estrategias de las denominadas a largo plazo las cuales conviertan, ahora sí, la posibilidad de sacrificio altruista de la que todos somos dueños en parte, en una fórmula de futuro que sirva, en contra de lo que pueda parecer, para detener la corriente de nihilismo que parece aflorar.

Hagamos pues del vicio virtud, y demostremos que efectivamente, los Seres Humanos somos capaces de grandes cosas, haciendo gala de la generosidad adoptando formas de trascendencia.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


martes, 17 de diciembre de 2013

DE LO QUE PASA CUANDO INVITAS A DANTE A TU MESA Y LOS CERDOS, EN VEZ DE FORMAR PARTE DEL MENÚ, HAN PASADO A ENGROSAR LA LISTA DE INVITADOS.

Me sumerjo una vez más en el titilante devenir de los instantes, los cuales trato de postergar por medio del impreciso aunque tal vez por ello más hermoso homenaje al arte que se puede hacer; y es así que trato de sublevarme contra el insaciable fragor del tiempo, jugando a atrapar el infinito por medio de los insaciables trazos de la sempiterna grafía,  resolviendo un día más que, al menos en lo que a mí concierne, pongo a Dios por testigo de que  no me cogerán vivo.

Observo a mi alrededor el fragor de la batalla, y todo ello para ser testigo omnisciente de que una vez más, y a pesar de los múltiples esfuerzos que unos y otros han hecho, y sin duda seguirán haciendo por acorralarme en torno de sus “principios”; lo cierto es que no solo ninguno ha sido capaz de insuflar en mí un único hálito capaz de convencerme de la supuesta utilidad que podría tener el dirigir hacia ellos sus pasos. Más bien al contrario, cada día que anochece solo sirve para despertar en mí la vocación de que, efectivamente hay caminos que conviene andar solo.

Y no se trata no, de que carezca de voluntad de acción, o de que en el peor de los casos no sepa cómo canalizarla. Lo cierto es que, en contra de lo que a unos y a otros pueda parecer, lo único de lo que a estas alturas estoy plenamente seguro, es de la absoluta imposibilidad que tengo para hallar, ni por asomo, un vestigio de conexión que pueda, ahora o en el futuro, convertir en halagüeña la posibilidad de que mi búsqueda encuentre, a corto o a medio plazo un viso de compañía.

Puede ser que, como le ocurre a Sancho Panza, muy exigente sea en lo atinente al proceso en pos del cual elegir Señor hacia el que dirigir mis remilgos. Mas sin duda, cuanto más reviso mis supuestamente excesivas pretensiones, lo único que encuentro, y tal vez lo cierto es que sí supongan constituyente de queja, sean mi predisposición para no pasar por alto ciertos detalles los cuales, bien por darse algunos en exceso, u otros por no ser capaz ni el más hábil de los canes de dar ni tan siquiera con un vestigio de rastro que sirviera para dar fe de una remota presencia en el tiempo; me lleven no obstante a tener claro que, efectivamente, algún hábil tahúr pudiera verdaderamente hacer retornar el interés a esta partida.

Porque, efectivamente, puede que haya llegado el momento de retirarse. No se trata de un ejercicio de sumisión, ya que tal concepto va inexorablemente acompañado de la amarga ponzoña de la traición. Se trata más bien de un pragmático ejercicio de transición, convencido efectivamente no de que tengan razón, sino de que tienen más tiempo, medios y efectivos a la hora de destinarlos a la turbulenta laboro del plañir destinado a la consecución de las indulgencias.

No se trata tampoco de una rendición. Tal hecho te rebaja, por debajo si cabe del canon trazado por el derrotado, y por supuesto te arrebata la última esperanza de ser recordado. Queda semejante esperanza arredrada solo para los caídos. Caídos que en unos casos serán llamados mártires, mientras que en otros serán considerados bien perdidos si permanecen en cunetas. Una vez más todo depende del lado desde el que te disparen.

Es así pues que, desalentado de manera absoluta no por la exigencia del camino, sino más bien por la ausencia de destino de éste, que decido aquí y ahora poner punto y final a lo que había dejado de ser avanzar en busca de un futuro, para convertirse en un lento divagar, destinado a hacerse eco, un día tras otro, de la constatación certera de los acontecimientos que, en contra de lo que pudiera parecer, no hacen sino poner de manifiesto el soliloquio al que realmente parece haberse abandonado la realidad. Soliloquio por otra parte protagonizado en su excepcionalidad no por un loco, a ellos les está reservado el Reino de los Cielos, como sí a un psicópata cuyo poder máximo y propio pasa por satisfacer sus enfermizos placeres convenciéndonos de que seguramente el Diablo no se trate sino de la mejor encarnación de Dios, la que se reserva para los domingos.

Y puede así que el instante que nos ha tocado vivir, esté en realidad fuera del tiempo. Que constituya así, nuestro presente, una cita con el Infierno en el que tan siquiera Dante pudiera sentirse a salvo. Acudamos pues a Dante, y a la experiencia que este tiene, no en vano él ya recorrió este camino, y constatemos junto a él cómo la desgracia no pasa por echar de comer margaritas a los cerdos, sino que se encuentra en escenas como las que hoy fecundan nuestra realidad, en la que somos incapaces ni tan siquiera ya de reconocer a los cerdos.
Escenas en las que Baco se mueve no ya cómodo, sino que se muestra  proclive a dar lecciones, poniéndose pues al mando de una barca de la que hasta Caronte ha saltado ya, toda vez que el negro habitual de la Laguna Estigia, se ve ahora salpicado por la oscuridad de alma que algunos de los recién ascendidos a Piloto de Derrota, albergan en sus Católicos Quehaceres.

Vemos cómo los Filósofos son rebajados a cuidar de esos cerdos, o más bien a desarrollar contextos que satisfagan su existencia; a la par que vemos cómo la Filosofía es igualmente reducida a escombros. No en vano España está llena de iglesias reconstruidas con piedras procedentes de cementerios. Siguiendo la metáfora que alguno planteara no hace mucho a tenor de la donación de órganos, es probable que ello sirva para explicar la incesante muestra de decrepitud que muchos de esos edificios albergan en su interior.

Y es así pues que, poco a poco, y como suele ocurrir en estos casos de manera subrepticia, que los halos de la decadencia emergen no tanto de las profundidades de la tierra, sino que prefieren tomar el camino que muestra la pestilente boca de algunos que, convencidos de su grandeza, no aciertan a saber que la tensión que en apariencia rige sus actos no procede de una incipiente acción de inteligencia, sino que más bien responde a la llamada mucho más instintiva de un estómago que responde, irascible por la acción de los infecundos ácidos gástricos a la llamada de satisfacer su necesidad de estar permanentemente satisfechos, procediendo el alimento unas veces de las ovejas, y otra de los pastores.

Y es así pues que, poco a poco, casi sin querer, como parece ocurrir en las óperas de Rossini que, terminamos por construir un escenario en el que a pesar de la aparente belleza, algo rechina. No se trata como en el caso de la Ópera Alemana, que una vez construida la Música, el libreto ha sido introducido con calzador. Se trata más bien que, tal y como ocurre en la mayoría de óperas italianas, si le quitas la música, verdaderamente lo clavas.
Desde tamaña observación concluyo que, inexorablemente, de la lectura no ya tanto de nuestro tiempo como sí por otro lado de nuestro presente, hemos de ratificarnos en la certeza de que aquello que ayer constituía tan solo un vestigio para la sospecha, es hoy tamaña realidad. Realidad que pasa inexorablemente por la constatación de que hoy por hoy el Ser Humano, en sus más diversas funciones, y desde cualquiera de los conceptos integradores, ha pasado de ser a priori único instigador válido de cuantas acciones se promovieran, a obstáculo manifiesto a la hora de impedir que muchas de ellas puedan finalmente llevarse a cabo.

Y ahora reto a cualquiera no ya a que me siga en mi camino, sino más bien a que me proponga de manera razonable tres razones que puedan convencerme de que no solo no es razonable salirse, sino que lo único discutible es el no haberlo hecho antes.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


martes, 3 de diciembre de 2013

DE CUANDO TODO PARECE REDUCIRSE A LA SUMA DE UNOS Y CEROS,

Asistimos no ya a tiempos oscuros, sino a tiempos en los que la tónica dominante pasa por la comprobación de la absoluta falta de luz. La diferencia, como pasa con  la mayoría de cosas importantes, ha de buscarse en la sutileza, en los detalles.
Y son detalles tales como el silencio que acompaña a los desfiles que años a, habrían estado rodeados de indignados clamores, los que nos sirven para poder afirmar que, efectivamente, a estas alturas ya no queda la menor esperanza.

He ahí la diferencia entre la mera oscuridad, y la absoluta ausencia de luz.

Ya no hay esperanza, ni redención. Y lo peor es que no tenemos ni derecho a pedirlas. La intensidad de los silencios, o más concretamente la larga duración de algunos de ellos, ha provocado la constatación de que ya nada, o casi nada, podrá salvarnos.

Pero antes de encajar la derrota, antes de asumir la pérdida cabe preguntarnos: ¿Cómo, dónde y cuando se gestó esta situación, emblema absoluto del triunfo del nihilismo moderno?

Múltiples son las circunstancia que, como ocurre en la mayoría de ocasiones vienen a converger a la hora de esbozar un principio de respuesta al dilema recién planteado. Y como suele suceder en la mayoría de ocasiones, se trata de circunstancias por sí solas incapaces de provocar ni tan siquiera la variación de una brizna de hierba en un campo, pero que sumadas todas ellas, y actuando en un orden determinado, se muestran capaces de provocar huracanes de constataciones insondables.
Desde esta nueva perspectiva, nos vemos en la tesitura de hacer plausible el abandono de la búsqueda de cualquier causa multidisciplinar, al generar tal hecho un cúmulo de variables tan indeterminadas que resulta del todo imposible configurar un mapa de previsiones lo mínimamente razonable; resultando pues imprescindible tratar de hallar una lo suficientemente drástica, estructural y a la par intrínseca, que nos habilite en pos de desarrollar una pauta si no común, cuando menos generalizable.

Abandonaremos en este caso el estudio de las variables externas toda vez que la mera constatación de las modificaciones que les son propias, parecen alejarlas radicalmente del objetivo científico y unificador hacia el que al menos a priori han de tender nuestras pesquisas.
Es entonces que habremos de volver nuestras miradas precisamente hacia nuestro interior, convirtiendo en un ejercicio de introspección lo que prometía ser un acto de exploración y aventura…aunque puede que todavía lo sea ya que, como dijo I. ASIMOV, “la distancia más alejada entre dos puntos en una circunferencia es, indudablemente, el propio punto desde el que partimos,”

Abandonamos así los grandes planos establecidos sobre complicadas cartas de navegación. Devolvemos al puerto los derechos de cabotaje de los grandes barcos que, simulando a nuestros aventureros ancestros pretendimos emular como grandes descubridores; para dedicarnos un instante a nosotros mismos en pos de, curiosamente, proceder con la identificación de lo que nos hace únicos, a la par que nos sirve para identificarnos con los demás.

Surge así de manera clara y evidente, a la luz de la última aportación, la ética, y su componente social, la moral, como serios candidatos a descubrir precisamente dentro de nosotros mismos, la esencia que explique la decadencia no ya solo de los lugares, sino fundamentalmente de los tiempos que nos han tocado vivir.

Dice Aristóteles en el Libro VI de La Política, aquél en el que también dice que “las dimensiones de la Polis jamás han de superar la distancia que un hombre puede abarcar con su mirada”; que “…es así que la composición natural de la población de la Polis pasa por la comprobación de que ésta acaba equilibrando por sí misma sus componentes esto es, que personas de intereses comunes, acaban por agruparse.”
Es de la consolidación de tal principio, que llegamos a la consideración expresa que nos permite dar el salto desde lo individual de la ética, a lo grupal de la moral ya que será a partir de la identificación de estos intereses, en lo que podremos basar nuestra emisión de juicios de valor sobre el estado de los habitantes de la Polis, en base a la comprobación del estado de la misma.

Será siglos después que, hoy por hoy, podemos servirnos de extrapolaciones similares para acabar comprobando que el estado de una variable cual es la Economía, no solo sirve para poder emitir juicios de valor que incluyen afecciones determinantes a tenor del resto de variables, sino que nos sirven en realidad para afectar a todas ellas.

Es así como, definitivamente, podemos extrapolar igualmente la superación, en este caso para perjuicio de la misma, así como para el sujeto, último tenedor de la misma, de la propia moral.

Vivimos en una Sociedad que ha dilapidado no ya la lógica aristotélica a la hora de concebir la conformación lógica de las polis. En realidad, yendo en realidad mucho más allá, se trata de una Sociedad que ha dilapidado la moral, y por ende la ética toda vez que forma parte del mismo silogismo, reduciendo con ello a cero los campos de actuación de éstos elementos, otrora responsables de la generación de valores.

Y es desde esa nueva óptica desde donde podemos empezar a comprender el estado no ya de putrefacción, sino de franca inexistencia en el que se encuentra hoy en día tanto la moral, como aquéllos que habrían de reclamar su sitio natural.

Es la de hoy una moral de de unos y ceros, Confeccionada como casi todo desde el punto de vista de adecuación a las Nuevas Tecnologías, en este caso a la informática, la ética y la moral han visto reducido su campo de acción, y su protocolo de desarrollo a unas realidades que no solo no les son propias, sino que resultan abiertamente contraproducentes.

Por ello, toda esperanza de mejora a corto o a medio plazo es, un sueño ficticio.

De ahí, que las previsiones a corto y medio plazo no sean de oscuridad, sino de estructural ausencia de luz.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 19 de noviembre de 2013

HABILITANDO LA DESBROZADORA COMO HERRAMIENTA POLÍTICA,

Pasan no ya los días, sino tan siquiera los minutos, y cada instante que pasa no sirve sino para constatar la tremenda fuerza de la que gozan todas aquellas estructuras; con forma de instituciones unas, y de simples personas otras; que se han propuesto no ya cambiar esto, sino más bien reducirlo todo a cenizas.

Recuerdo ahora, casi con nostalgia los tiempos que ya fueron objeto de nuestro tránsito, hace aproximadamente dos, si no tres años. Tiempos en los que los vestigios de lo que hoy es nuestra cruel realidad, hacían su aparición de forma más o menos oscura, de manera por siempre velada; pero que en cualquiera de los casos dejaban un estrecho paso por el cual los amigos de la conspiración podíamos introducir los instrumentos que componían nuestro set de trabajo, a saber la duda, cuando no la desconfianza, y tejer con ellos un escenario paralelo en el que las conclusiones que se obtenía divergían, y no precisamente poco, de aquéllas con las que el Gobierno, y sus afines, se empeñaban en alienarnos.

Eran los tiempos de lo que denominábamos “El triunfo de la Política del Solar.” Visto como digo, con la perspectiva que aporta el tiempo, bien podríamos afirmar que un periodo contemplado casi con nostalgia.
Porque una vez más, la realidad supera a la ficción. Así, todos los Principios, realidades más o menos potenciales, y por supuesto todas las previsiones bajo los que se conformaron esos escenarios, se han visto superados no radical, sino más bien sistemáticamente.

Aquel a priori sólido principio sobre el que apoyábamos toda la disertación, que pasaba inexorablemente por la convicción de que los entes macrófagos que dirigen los designios de nuestra realidad detendrían su labor destructora al llegar a ciertos puntos de no retorno; se ha mostrado errónea toda vez que partía de la premisa falsa según la cual los mencionados entes participaban, en mayor o menor medida de elementos comunes que en cierta medida les convertían en afines para con la realidad que estaban destruyendo.
Y es ahí donde radica el error. Estos señores no han venido a hacer prisioneros, ya que según antiguos escritos extractados de las Guerras Púnicas “…no es el prisionero sino una peligrosa forma que adopta el enemigo en tanto que su mera presencia en retaguardia desmoraliza a la tropa al comer su comida, amenazar a las mujeres y aumentar su potencial hostilidad alimentada desde el rencor que su condición de prisionero le proporciona.”

Abandonando los silogismos, y por ende las metáforas ya baldías, lo cierto es que cuando hace ya dos años, la Derecha Cavernaria se alzaba con el poder en España, sustituyendo las explicaciones de su programa por la vana ostentación de un Programa Electoral basado en la mentira, y versado en el enfrentamiento;  muchos fueron los que lanzaron contra los que nos atrevimos a gritar: “¡Cuidado!”, la consigna de que no solo no pasaba nada, sino que nos obligaron a recordar que “…hace no mucho que estuvieron por aquí y la verdad, no fue para tanto.”

Lejos de caer en la tentación de acusar de desmemoriado, cuando no de imprudentes a cuantos de todo ello se jactaron, lo cierto es que de lo que no me voy a cuidar, aún a riesgo de ocupar tiempo y espacio, es de llamar abiertamente ingenuos a los que se empeñaban en retrotraerme no ya temporal, sino conceptualmente, a los tiempos del Sr. Aznar.

Constituyen aquellos tiempos una realidad distinta no tanto, o quién sabe si solo, por las particularidades tan diferenciadoras de sus protagonistas; como quién sabe si incluso más por los efectos, en este caso absolutamente particulares, y por ende del todo imprevisibles, que la denominada erótica del poder tiene en las personas.
Así, mientras en el caso de nuestro actual Presidente estos efluvios no parecen hacer efecto, quién sabe si, tal y como dicen algunos las formas que emplean no son las propias para con las líneas oficiales que a tal efecto disponen aquéllos con cuya ideología comulga; lo cierto es que retomando lo expuesto en relación al pretérito, a saber el Sr. AZNAR, lo cierto es que sobre éste no solo hicieron efecto, sino que con un grado y nivel que acabaron por confeccionar un ente, en este caso del todo irreconocible incluso para aquéllos que habían hostigado, engañado y vilipendiado, en pos de erigirlo como habitante con llaves de “La Moncloa”.

Porque lo que de verdad diferencia a D. José María AZNAR, de D. Mariano RAJOY, es que el Sr. AZNAR se creyó político. Y no contento con ello, se empeñó en hacer Política, aunque como hemos dicho tal consideración bien pudiera ir en detrimento de los intereses de aquéllos para cuya salvaguarda fue erigido Presidente del Gobierno el 3 de marzo de 1996.
Tanto es así que, con la salvedad que a modo de excepción que confirma la regla  nos proporciona la constatación de la puesta en marcha de políticas de corte Neoliberal tales como las nunca olvidadas ventas y privatizaciones de la masa e infraestructura del país, lo cierto es que pocos más son los ejemplos en los que se puede ver a un AZNAR en ejercicio displicente de los parabienes respecto de los cuales fue erigido en el cargo.
Y lo cierto es que tal y como podemos comprobar, de ejercicio consciente de una actividad política consciente, a la aparenten certeza de que el mundo puede algún día llegar a pedirte responsabilidades, hay un paso. De ahí que llegue el momento de hacer memoria (y hasta publicarlas)

Mas si por el contrario lo que ocurre puede explicarse de manera más certera desde los prismas aportados por alguien del bajo perfil político como el que presenta el Sr. RAJOY; tal peligro es inexistente (lo que viene a certificar la tesis en base a la cual los que vienen a conformar los poderes y entes ocultos destinados a cocinar la que luego creeremos nuestra realidad, libre y democráticamente aceptada para más INRI, han aprendido bien la lección.)

Es por ello que nadie mejor que un ser abúlico, aburrido, indolente y anodino como nuestro registrador de la propiedad para llevar a cabo en unos casos, o presentar los medios para que sean otros los que por él lo lleven a cabo; todas y cada una de las medidas destinadas a desintegrar del todo y para siempre no ya el escenario, sino con mucho incluso cualquier idea o recuerdo de lo que una vez conformó España, un estado del que hace no mucho podíamos incluso sentirnos orgullosos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 29 de octubre de 2013

THE WALKING DEATH

Pasan los días, las semanas, incluso los meses. Los años se aproximan, constituyendo con ello un escenario en el que, de manera absolutamente desquiciante, solo los méritos del agorero son los que reciben crédito. Los motivos son tan a la par, evidentes. La bendita crisis, excusa de incompetencias para unos, resultado de conductas impropias para otros, acude de nuevo para extender el que parece ser beatífico manto, no en vano todo lo cura, y permitir que unos y otros sigan su camino.

Pero es precisamente de ahí, de contemplar el camino, su estado, su composición, y por supuesto su destino; de donde a estas alturas podemos ir extrayendo sin duda alguna la idea de que, muy a pesar de algunos, esta crisis ha resultado cuanto más, definitiva.

La fruta verde ha madurado, la madura se ha caído y la que permanecía en el suelo, a la espera de ser recogida, se ha podrido para siempre. Y ha sido así que su esencia, antaño magnífica, se ha visto ahora contagiada de la ponzoña propia de los que han visto demasiado sufrimiento, pasando a convertirse en meros transmisores, en replicantes de todo aquello contra lo que no hace tanto, luchaban con enconado esfuerzo.
Y no es esto lo peor. En su ciclo vital, la lluvia, ácida a la par que radiactiva, como pocas, ha impulsado ese veneno hacia el interior de la que hasta hace no mucho fuera tierra más que fértil, convirtiéndola ahora en poco más que en lodos de cementerio, propensos tan solo a incubar en su seno las eternas promesas de los cipreses que, como eternas plañideras, irrumpen hacia el altísimo sus súplicas, en la vana espera de encontrar respuesta.

Y es pues, en semejante terreno, ante todo abonado, donde una vez más hemos de lanzar, aun a riesgo de resultar estridentes, el canto de los que a base de circunscribir el pasado, pueden anticipar la realidad del futuro.
Una vez ha quedado claro que no son tiempos proclives para la originalidad, en ninguna de sus vertientes, parece pues evidente venir a constatar que ahora más que nunca, corren malos tiempos para poner nada nuevo bajo el sol. Observando así mismo a nuestro alrededor, no hace falta ser un lince para constatar que hoy por hoy, la réplica es lo que vende. La originalidad, o más concretamente la responsabilidad que lleva aparejada cada acción novedosa aparece marcada a fugo con una serie de consignas que la llevan a ser considerada como poco recomendable.

Ante semejante panorama, no hace falta citar de memoria la infausta Reforma Agraria, para constatar que, miremos donde miremos, solo vemos tierra yerma.
Las otrora innovadoras técnicas de labranza, se han visto superadas por la reconciliación para con el extinto barbecho. Las antiguas inversiones en proyectos hídricos, se han visto desbordados por la recuperación de las exiguas norias. ¡Ahora lo único que sobran son burros dispuestos a girar en su derredor!

Y la consecuencia inherente, y quién sabe si el ingrediente que ha forjado los cimientos de la crisis. El hombre se ha visto privado de sus sueños. La constatación evidente de tal hecho, el haber vuelto de la agricultura de excedente, en la que uno tenía aspiraciones; a la economía de subsistencia, en la que sobrevivir al nuevo día constituye, en sí mismo, todo un reto.

Y será así que, la salida de la crisis, lenta, e inexorable, no será en realidad contemplada por ninguno de nosotros. No porque cronológicamente no la sobrevivamos. Más bien será porque, como dijo el sempiterno filósofo alemán “…es así que nadie que se asoma al precipicio puede en realidad esperar que el precipicio no se mire también en él.”

El sol, sin duda, seguirá saliendo. De los árboles, en otoño, seguirán desprendiéndose las hojas. E incluso algún pajarillo incauto osará entonar su vespertino canto mas…¿Quedará no obstante alguien racional para escucharlo?

No digo ya para valorarlo.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


lunes, 30 de septiembre de 2013

ENTERRADOR, UNA DE L AS POCAS PROFESIONES CON FUTURO.

Asistimos con indiferencia, y con franca determinación qué duda cabe, al proceso por el que de manera lenta, a la vez que inexorable, todo lo que conocimos, y que hace algún tiempo, aunque parezca increíble no muy lejano, constituyó nuestra realidad. Aquélla que jamás creímos podría dejar de existir.

Siendo víctimas una vez más, como por otra parte se viene repitiendo desde que el Hombre es Hombre, el mal de la perspectiva, descifrado en términos de Sociología como aquél que se cifra en la incapacidad de un individuo de atisbar el grado de impacto que las circunstancias tienen sobre el momento histórico del que es contemporáneo, cifran un protocolo de actuación comparable al de el surfista que, una vez montado sobre la ola que le corresponde, tan solo puede cabalgarla, manteniéndose inalterable ante cualquier modificación que se pueda dar en la misma, haciendo en tal caso bueno el dicho de que el ignorante ha de morir tal como también ha de hacerlo el erudito, con la diferencia de que la probabilidad de que éste lo haga en la felicidad, es proporcionalmente mucho mayor.

Desde semejante aproximación, nada puede ya obviar el franco tinte de fatalismo que preside la redacción de las presentes líneas.
Decepción, abulia, apatía; conforman sin el menor género de duda el talante del que las presentes rubrica. Y no proceden tales sensaciones de la constatación efectiva de los efectos que la larga cadena de calamidades ha ido promoviendo en mi derredor. Se deben más bien al efecto, o tal vez convendría decir a la ausencia de éstos, que las mismas han causado en el común que me rodea.

Asistimos a la muerte definitiva del sistema. Tal afirmación, habiéndose dado si no con la misma, sí con parecida autoridad, causó hace no mucho poca o más bien ninguna sensación. La misma procedía de un indocumentado, dado quién sabe si a las tautologías (o verdaderamente quién sabe si a algo peor.) Pero para franca desgracia de todos, tales comentarios se han visto desbordados.

Hoy ya nadie cuestiona el colapso del Sistema. La discusión se centra, a lo sumo, en el grado de desaparición del mismo.

Y como ocurre en todos los grandes colapsos a los que la Historia ha tenido a bien invitarnos, éste procede, como no podía ser de otra manera, de la acción concatenada que ha tenido el desencadenamiento de variables neta y absolutamente  internas.

La corrupción, en sus diversas variables y acepciones (ya da igual personas que Partidos). La pérdida de confianza en las instituciones, (véase la actuación de estructuras como el Tribunal de Cuentas en su control de los Partidos, o la dejación de funciones cometida por entes como El Banco de España a la hora de anticiparse a situaciones tales como las desencadenadas a tenor  del asunto de las preferentes) nos llevan irreversiblemente a dibujar un escenario en el que la más que evidente situación de coma permite mantener en estado de suspensión la vida del paciente toda vez que la franca irresponsabilidad que demostramos aquéllos que formamos parte del propio Sistema, lo promovemos cuando no lo justificamos, haciendo bueno el lema de que cada Pueblo tiene el Gobierno que se merece.

Pueblo y Gobierno, dos conceptos hoy por hoy impronunciables, hasta el punto de que resulta complicado ubicarlos de manera coherente en una frase (iba a ceder a la tentación de poner en una oración.)

Todos los puentes se han caído. Los nexos se han roto. La ficción en la que hemos permanecido cómodamente instalados desde 1978 se ha venido abajo, dejando traslucir el cambalache desde el que todo estaba montado. Y lo que es peor, lo ha hecho para dejar a la vista los hilos desde los que se movía a las distintas marionetas.

La función se terminó. Decía uno de los grandes que lo que diferencia una gran obra de teatro, del resto de obras, es la sensación con la que a la mañana siguiente se despiertan los espectadores. Si la realidad te abochorna, es porque el teatro es más creíble. Y a tales ciernes nos mentamos, a las del proceder según la cual, tirando de esquemas y preceptos hasta ahora viables, hemos de esperar a que mañana vuelva a haber función.

Pero no, como ocurría con La Barraca, precursora luego de tantas otras, la única certeza que podemos tener una vez finalizada la actual función, es la que pasa por saber que mañana habrá carretera y manta.

Será entonces cuando, en un nuevo alarde de profesionalidad, algunos actores lleguen a plantearse la posibilidad de volver a trabajar a cambio de nada. Renunciarán, una vez más, a su sueldo, considerando que, en base a esos oscuros principios que por otra parte traducen lo más profundo de nuestra conciencia, el mero hecho del placer por la labor bien cumplida, será suficiente premio, aunque solo sea para disimular que la incapacidad de afrontar la realidad, constituye por otra parte un castigo inmerecido.

Nos rendiremos de nuevo, una vez más, al Parnasianismo. El Arte por el Arte, como constatación efectiva de otra más de las múltiples ocasiones en las que el Hombre magnifica su propia diferencia, haciendo buena, una vez más, su incapacidad para definirse a sí mismo con absoluta certeza.

Y entonces, puede que vuelva a salir el Sol.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 4 de junio de 2013

PARADOJAS DE LA ACTUALIDAD: “EL EXTRAÑO CASO DEL DR JECKYLL Y EL SEÑOR HYDE.”

Nos sorprende la actualidad, conmocionándonos hasta el extremo de logar enfrentarnos a nuestros miedos con armas aparentemente modernas, para luego comprobar que, no obstante, el origen de los mismos se encuentra poderosamente enraizado en nuestro más indolente pasado. Se conforma así la obra de RL STEVENSON, sin duda como uno de los fenómenos más importantes de cuantos tuvieron lugar en la Literatura del Siglo XIX, ampliando esta afirmación no solo al campo de lo atinente a lo escrito en Lengua Inglesa, sino que sin el menor género de dudas, podemos extender la afirmación a todo el territorio conceptual de La Vieja Europa.

Tanto es así que, además de constituir sin duda una de las obras culmen en el catálogo de su autor, nada más y nada menos que R. L. STEVENSON, resulta importante constatar que la obra alcanzó fama incluso en lo que constituye el presente que le es propio, esto es, aún en vida del autor.

Si bien la obra se halla escrita en un tiempo coherente con el que forma el presente del hilo argumentar, la obra fue publicada en 1886; lo cierto es que tanto los innovadores conceptos que trata, como en especial el punto de vista abierto desde el que los trata, llevaron irreversiblemente al autor a esconder, o más bien a disimular, el alto coeficiente emocional, pero sobre todo de conciencia, que rodea e incluso protagoniza la obra.

Escrita en plena Época Victoriana, la predisposición netamente psicológica de la obra, choca de plano con unas concepciones formalistas propias de la época en relación a las cuales las obras del propio Dr. FREUD ya habían comenzado a levantar ampollas en el seno de una sociedad en la que el relativismo psiquiátrico resulta ser, poco menos que una exigencia.

Cerca de lo que luego será Trastorno disociativo de identidad, El/los personajes se moverán dentro de un áurea de misticismo más propio del hecho de que la época en la que transcurren tanto la acción como la redacción de la obra, obligan al autor a unos giros un tanto recargados, cuando no rocambolescos, destinados tal vez a no presentarse ante la sociedad, y en primer término ante su mujer (quien siempre leía sus manuscritos a modo de primera correctora); como un verdadero loco, cuando no como poco como un prisionero de sus propias ansiedades.

Ansiedades que sin duda proceden de un contexto, el propio de una época, que si en toda ocasión resulta imprescindible de analizar a la hora de comprender cualquier ejercicio al respecto, presenta en este caso una fundamentación mucho más espectacular, en tanto que en pocas ocasiones el efecto del contexto es no ya tan evidente, sino tan imprescindible.
Es así un momento en el que Europa es definitivamente presa de las convulsiones que proceden de su propio y evidente desmantelamiento. Las presiones filosóficas de las que viene siendo objeto, y que se manifiestan en la definitiva ruptura entre unas islas de Gran Bretaña aristotélicas, frente a un continente del todo platónico, dibujan un horizonte irreconciliable en el que la dialéctica presente en la interpretación de los efectos que el mundo metafísico tiene sobre el físico, adquiere connotaciones de toda índole, en especial en un momento en el que el marxismo, y su real pretensión de cambio del mundo mediante el trabajo, ha visto definitivamente la luz.

Y en medio, radical y sempiterno un NIETZSCHE que ya finalizada su época de atardecer, ha predispuesto sobre el cuadro de juego de Europa sus ideas fundamentales que en lo concerniente a nuestro interés son una vez más la idea de poder, y por supuesto la meta de El Superhombre.
Se esconde en realidad, detrás de todas estas afirmaciones, nada más, o nada menos que la tragedia del Hombre, manifestada a través de su dualidad, y del hecho de la discusión de que ambas no pueden convivir, ni en forma activa, ni pasiva. Una ha de destruir a la otra, aún a sabiendas de que la necesaria convergencia en un solo cuerpo, convertiría el asesinato en suicidio, fomentando con ello la idea de que no hay eterno retorno, sino suicidio en forma de dialéctica en este caso destructiva.

Se trata en definitiva, de la manifestación consuetudinaria por excelencia, propugnada por el Universo Wagner, y que tiene en El Anillo del Nibelungo, su máxima expresión.
Es la aproximación estética por antonomasia al debate dialéctico que enfrenta por un lado al componente dionisíaco, con el componente apolíneo.

Es una vez más, la eterna discusión interna que preside la vida de todo hombre. Es la parte dionisíaca la que tira de nosotros en pos de la consecución de lo que denominaríamos satisfacción carnal de los placeres. Encarna pues el gusto por la vida, el Carpe Diem por excelencia. Coged las rosas mientras podáis.
Pero esto entendido dentro del ejercicio de responsabilidad que conlleva el saber que todo se desarrolla como decíamos dentro de una partida de ajedrez atemporal, en la que además el tamaño de los escaques es inmenso, tanto que por otra parte nos hace perder cualquier ilusión de perspectiva.
No se busca el placer inmediato, asociado a la versión de Baco. Se trata más bien de la concesión de franca autoridad a la voluntad de poder del Superhombre, aquél que intuimos en el Sigfrido de Wagner.

Y enfrente, en oposición si bien en este caso no tan franca, la razón apolínea. La razón como componente semántico, indiscutible y moral.
Una razón que subyuga al Hombre toda vez que lo somete a la consideración del modelo, de la copia, en pos de la aceptación del modelo perfecto, y por ende ilusorio, que es la idea de Dios, y de todo lo que en relación al Hombre, del mencionado procede.

Mundo de las ideas, frente a mundo de las sensaciones. Física contra metafísica. El cambio permanente, contra el inmovilismo. Emociones en forma de gusto por la vida, frente a castración emocional en forma de subyugación frente a los ídolos.

Como no puede ser de otra manera, la constatación de que lo horrible produce enorme satisfacción, máxime cuando se identifica plenamente como horrible, lleva al individuo a una especie de trance derivado del placer que le proporciona el disfrute de la decisión de poder. Una decisión que le lleva a disfrutar sin saberlo del placer doble que proporciona por un lado el goce activo de la moral del líder, a la par que se contrapone y deja atrás la moral del esclavo, débil, incapaz y en cualquier caso gregario, por ello no merecedor por supuesto, de las mieles que por otro lado si que disfrutará el Superhombre, el cual, una vez rotas todas las ataduras con lo platónico, manifestará lo dicho por Zarathustra: “Yo no he venido a matar a Dios. Vengo a anunciaros que Dios ha muerto.”


Y en medio, la responsabilidad como única atadura razonable, la cual a la sazón trae asociada la muerte, en forma, como no podía ser de otra manera, dialéctica. El asesinato de uno, conlleva el suicidio del otro. Y no se trata de nihilismo, toda vez que se lleva a cabo mediante la constatación de una fuerza externa a aquél que la lleva a cabo.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 14 de mayo de 2013

DE LAS RELACIONES DE PODER, DEL CABALLO EN LA HISTORIA DE CASTILLA.


Puestos a reflexionar sobre la relación que el hombre ha mantenido con el caballo, a lo largo de toda la historia, pronto nos encontramos con que la misma, ha constituido sin el menor género de dudas, una de las más fructíferas de cuantas la humanidad ha emprendido.
Desde tiempos muy remotos, acechados por los hombres tanto en las estepas de África, como en las paredes de las cavernas de las primeras manifestaciones de Arte Rupestre; el caballo fue primero cazado como una más de las fuentes de alimento, para pasar luego a compartir con el Homo Hábilis, uno de los momentos más importantes de la Historia de la Humanidad, el que subyace al paso primero de la superación de la condición de nómada, dentro de la que el caballo, cómo no, jugó un papel trascendental, hasta llegar luego a la de sociedad “sumida” en el sedentarismo, momento en el que también para el paso a la condición de agrícola-ganadera, el caballo resultó imprescindible.

Superados esos  momentos, el paso de ambas especies por el mundo, y por la historia, ha corrido por sendas parejas, que a la par se han interceptado en múltiples ocasiones.

Centrados ya en términos de espacio y tiempos notoriamente europeos, y para más seña españoles, hemos de decir que la llegada a España del invasor Árabe a principios del Siglo VIII, supuso, como en tantas otras cosas, toda una revolución tanto conceptual como práctica.
Al caballo bretón que se montaba en Asturias, fuerte, pesado, enorme a la par que lento, los musulmanes opusieron un caballo ágil, de líneas sutiles, dispuesto no para el cuerpo a cuerpo, sino para la escaramuza.
No sería aventurado decir que por ahí hemos de buscar una de las causas del rápido progreso de los musulmanes, precisamente hasta la misma Cornisa Cantábrica.

Situaremos al principio del siglo XI, el momento en el que la leyenda ubica la existencia del que se ha dado en llamar Diego de Malagón. Oriundo de la tierra de la que procede su nombre, en la actual Ciudad Real; éste Diego constituye una de esas clases de personas surgidas por la lógica socio-afectiva, que tiende a enfrentarse con las imposiciones políticas, sobre todo cuando éstas carecen del sentido común imprescindible, o incluso están dictadas por la soberbia religiosa.
Joven culto formado en las dos religiones, Diego pronto manifestará una aptitud especial en su trato para con los animales, capacidad que se pondrá de manifiesto en especial para con los caballos.
Esto le valdrá para ser uno de los extraños casos de cristiano aceptado en la Escuela de Albéitares de Córdoba, o lo que es lo mismo, a beber directamente de la fuente de la que beberán todos los que quieran llegar a ser algo en la tradición que en Castilla será muchos siglos después, el proceder de los veterinarios, que no serán Real Cuerpo hasta el reinado de Felipe III.
Pero más allá de todo lo dicho, Diego de Malagón pasará a la historia como el inductor y principal ejecutor de la Gran debacle, nombre con el que los musulmanes de Al Ándalus conocen el episodio del robo de yeguas de principios del milenio pasado.
Constituía la cabaña equina del Sultán, su gran orgullo. Pero de lo que más orgulloso estaba sin duda era de sus más de mil yeguas de pura raza para las que tenía dispuestas varias miles de hectáreas en lo que hoy son los terrenos de Doñana.
Territorio inexpugnable para propios o extraños, la vigilancia corría a cargo de más de trescientos almorávides, lo más selecto y salvaje de la guardia pretoriana, que no dudaban en usar el permiso de dar muerte sin paliativos a cualquiera que osara importunar de cualquier manera a las bestias.

La tradición fija en ciento trece las hembras que finalmente fueron esquilmadas, y que ahora sí sin el menor género de dudas dieron lugar de una u otra manera a los ingentes caballos españoles que formaban en la caballería que con Alfonso VIII golpearon a las tropas invasoras en Las Navas de Tolosa, en julio de 1212.

Caballos casi perfectos, propios de los dioses, el caballo español de porte seguro, cuello fuerte y maniobrabilidad sensacional, lleva en su sangre la de las yeguas de las marismas del Guadalquivir, mezclada con la de la fuerza  y la templanza del caballo europeo.

La mezcla, le llevará a correr por las praderas de un Nuevo Continente, en el que llevado por los conquistadores, no se le conocía, si bien pronto se adueñó de aquellas praderas, adoptando la forma de mesteño, bajo la que los propios indios americanos desarrollarían sus propios cruces.

Mientras, en el Antiguo Continente, Carlos I, pero sobre todo Felipe II, han comprendido la importancia tanto militar como diplomática del pura raza española. Es así que, bien en forma de beligerante máquina de luchar que lleva a los soldados de los tercios por Europa, como en forma de regalo diplomático destinado a agradar a propios y extraños en las cortes europeas; el caballo español se adueña de Europa, a la que conquistamos en realidad a través de sus cuadras.

De ahí precisamente que Felipe II institucionalizara la cría protegida de caballos de raza española, ubicando las sedes en Córdoba, Sevilla y Granada, poniendo al frente nada menos que  a Don Diego López de Haro, uno de los Grandes de España con más solera familiar de cuantas pudieran ser en el momento reconocidas.
Su comercio está taxativamente prohibido, como seguirá estándolo con Felipe III, con el que además se prohibirá expresamente todo trato o acción con estos caballos al norte del Río Tajo.

Es precisamente nuestra ubicación dentro de semejante demarcación, la que nos permite aseverar que sin el menor género de dudas, muchos de nuestros actuales ejemplares, poseen sangre de aquéllos remotos ejemplares.

Luis Jonás VEGAS.

martes, 30 de abril de 2013

DEL PARNASIANISMO NO COMO FUENTE DE RESPUESTAS, SINO COMO ÚNICA MANERA DE PLANTEAR LA PREGUNTA.


Es el Parnasianismo una estructura cultural propia del Siglo XIX, que tiene como principal característica la que se deriva de entender la acción propiciatoria del arte, como algo ingentemente válida en sí misma. “El Arte por el mero hecho del Arte”, es la máxima que encierra su esencia, y que en definitiva viene a preconizar la posibilidad de dotar al propio Arte de una característica de necesidad que en términos filosófico-esenciales bien podría decir que la estética, como bien exclusivo y a la sazón único aditamento realmente válido de la confección artística; constituiría en sí misma el único elemento verdaderamente indispensable en tanto que único verdaderamente esencial compositor de toda acción artística.

Aplicada semejante reflexión a los principios que hoy por hoy componen, cuando no definen, nuestra actual manera de concebir la vida política, así como los condicionantes expresos que por otra parte le son propios, bien podría venir a significarnos la comprobación somera del grado de perversión en el que, hoy por hoy, nos hallamos instalados.

Aceptar que el Arte tiene sentido en tanto que tal, bien podría constituir una exacerbación fruto de alguna clase de perversión destinada a destruir en el Hombre todo aquello que le es propio en tanto que confecciona su mundo intangible, constituyendo en esencia su otra realidad, precisamente aquella que no le es accesible a la estética.

Concebir, por otro lado, una política tan ajena al Hombre que no necesita aceptación por parte de éste, cayendo en el error fatal de pensar que la propia Política puede justificarse a sí misma sin necesidad de pasar por el filtro de la utilidad para el Hombre, o incluso llegar a pensar que puede llegar a desvincularse de éste convirtiéndose en un objeto contrario al propio Hombre; se convierte en algo tan absurdo que, a pesar de ello, ya encontramos huellas de intentos semejantes en la Historia, precisamente cuando el ingente Sócrates denunciaba a los Sofistas.

Por eso, cuando el otro día asistimos a la intervención de Soraya SÁENZ DE SANTAMARÍA con motivo de la Rueda de Prensa destinada en principio a hacer comprensibles las medidas tomadas por el Gobierno; conformando lo que a priori habrían de concebirse como la primera de una larga serie de medidas destinadas a terminar con esa lacra estructural que, hoy en día es para España el fenómeno social asociado al INEM, muchos, en realidad estábamos convencidos de estar en realidad asistiendo a una Clase Magistral de Parnasianismo.

Cuando la Política se ve definitivamente desposeída del sentido que la justifica, cual el de lograr orientar la vida y el proceder de los ciudadanos en pos de la consecución de objetivos moralmente aceptables para la mayoría; es cuando comprobamos que el fenómeno de sustitución de la casta política, por el endemoniado grupo de los sofistas, ha comenzado. Y generalmente se trata de un fenómeno inexorable.

Es entonces cuando la retórica viste sus peores galas, para aparecer teñida de mera dicción. A partir de ese momento los discursos pierden su sentido, al verse convertidos en simples retahílas, las cuales bien pueden ser interpretadas desde plasmas, en tanto que su vacuidad adquiera mayor grado si cabe en tanto que ni puede, ni necesita verse afectada por ninguna clase de emotividad.

Tiene además, como tal, el tiempo que le es propio. Surge el Parnasianismo como respuesta al Drama de la Generación del 98, esto es, como concatenación ordenada de conductas y pensamientos que le son propios; destinados a constriñir, en la medida de lo posible, el intenso trauma nacional que la España de finales del XIX hubo de afrontar.

Se trata en definitiva, de un estilo propio para un tiempo de crisis. Se trata por ello de un estilo, inherentemente ligado a la subjetividad del tiempo que nos ha tocado vivir.

Por ello, el abandono de responsabilidades, la absoluta certeza en la derrota, la satisfacción estética como única respuesta; bien podría componer, hoy por hoy, el único bagaje que le queda a este Gobierno a la par que, desgraciadamente, nos anuncia la que sin duda será una larga travesía del desierto toda vez que el abandono estético tiene un serio problema, al tratarse de una concepción subjetiva de una concatenación de efectos solo cuestionables mediante la sensibilidad, tan solo la muerte puede convertirse en elemento substancial de cara a demostrar la exactitud de cualquier análisis que se desee hacer al respecto.

El Parnasianismo nació como oposición manifiesta a Víctor HUGO. Algunos creemos que lo que logró fue afianzar más si cabe su figura.
La actual línea que hoy parece defender el Partido Popular pasa inexorablemente por seguir buscando culpables en la herencia recibida, en definitiva, en el Sr. Zapatero.
Al paso que van, poco falta que recupere la lectura de Los Miserables.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

lunes, 29 de abril de 2013

DE CUANDO EL PELIGRO NO ESTÁ EN PARAR, SINO QUE LO QUE DA VERDADERO MIEDO ES EL DEJAROS CONTINUAR


Dice CHÉJOV  “así, en definitiva, a veces es mejor detenerse y hacer el mal, que continuar aún a riesgo de ser francamente peor.”

La verdad es que, así visto, ciertamente que uno no solo entiende la línea que el Gobierno Rajoy ha decidido adoptar, sino que francamente casi la agradece.

Y es así que desde esta nueve perspectiva, que casi se comprende el espíritu desde el que la misma está desarrollada. Un espíritu destinado no tanto a hacer de la política del palo y la zanahoria su capital (tal extremo ya se ha visto francamente superado), sino que más bien nos lleva a considerar con nuevos ojos no solo la manera no solo propiamente de gobernar, sino incluso de comprender las nuevas formas de concebir las campañas electorales “al modo Rajoy”, esto es, comenzarlas cuando todavía se está gobernando, y lejos, muy lejos de toda o cualquiera cita electoral.
¿De qué manera entonces si no, hemos de entender la patética afirmación de que “nuestras pesimistas previsiones están hechas para que la realidad las deje en nada.”

Abandonando ahora ya sí de manera definitiva por hoy el nivel de la satrapía, me veo inexorablemente obligado a considerar con el rigor que se merecen, no solo las palabras, o mejor dicho el efecto de los silencios, con los que los tres mosqueteros nos deleitaron el pasado viernes, en el transcurso de la Rueda de Prensa habitual tras el Consejo de Ministros.

Lejos de detenernos ni un segundo más de lo necesario en analizar las perlas, lo cierto es que la única conclusión seria a la que propios, y también extraños (y es ahí donde radica precisamente el peligro), pudieron obtener la constatación expresa de que este Gobierno, definitivamente no tiene ni idea de hacia dónde va, arrastrando con ello, obviamente, al país.

Se diría definitivamente que nuestra pregunta, ha sido contestada.

Sin embargo, cuando en el transcurso de la comparecencia con motivo de la presencia del Presidente de Turno de la UE, el Sr. RAJOY nos desliza el comentario del “poquito de paciencia”, superada la mordacidad, o la desvergüenza si se prefiere, la verdad es que la locuacidad que da salir del plasma, le desata inexorablemente la lengua hasta llevarle al “El Gobierno sabe lo que tiene que hacer, y lo hará convencido.”

Ahora ya, no cabe la menor duda, el Gobierno no hablaba para tontos, sencillamente ya ha llegado a la fase de creer seriamente en su opción a modo de “Salvador de la Patria”

Es ahora cuando, inexorablemente, hemos de preocuparnos.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

lunes, 22 de abril de 2013

DE ÉTICA, MORAL, Y DE LA ILUSTRACIÓN COMO RESULTADO.



La Moral no es el reflejo de unos valores existentes fuera del Sujeto. Esa Moral no está en Dios, ni en la causa primera o substancia universal. La Moral es un acto que surge de la Conciencia Individual del ser Humano.

En cualquier caso, eso de dios, da que pensar.

El 22 de abril de 1724 nacía Emanuel KANT, y sin el menor género de duda posible, nacía el mayor genio crítico de la Historia del Pensamiento Moderno.

Constituye la obra del finalmente rebautizado como Inmanuel KANT, la Piedra de Toque a partir de la que vertebrar la explicación ordenada de la larga serie de acontecimientos que, a partir, o en torno a su figura, promoverán el desarrollo y consecución final de compromiso de lo que nos hemos dado en llamar Ilustración, toda vez que semejante periodo constituye en realidad, más que una concatenación de hechos históricos; la superación de éstos toda vez que el sentido a los mismos puede encontrarse en ellos mismos, acudiendo en cualquier caso no a su revisión individualizada, sino más bien desde la perspectiva sincrética que  de su aglutinación obtenemos.

Es así que nos encontramos ya en las mejores condiciones para establecer la primera de las múltiples relaciones que pueden establecerse. Si KANT es, a título de proceder, el más importante de los filósofos críticos del momento, y además asumimos su papel de precursor por antonomasia de la Ilustración. ¿Podemos pues afirmar que la  Ilustración surge como resultado de una labor crítica?

La pregunta no es para nada menor, pues plantea la cuestión para nada nimia de tratar de conceptualizar si la Ilustración surge por evolución de un concepto, ya sea éste original o derivado; o si por el contrario encuentra su origen a partir de la discusión derivada de la oposición a uno o varios de los elementos que conforman una estructura de pensamiento que naturalmente le precede en el orden histórico.

En pos de lograr el establecimiento de las relaciones lógicas, resulta imprescindible introducir, llegado este momento, que otro de los conceptos primarios a los que inexorablemente hay que hacer alusión cuando hablamos de Ilustración desde una perspectiva rigurosa, es el de Humanismo.
Es el Humanismo el resultado científico cuando no categórico, desde el que se concitan todas y cada una de las relaciones de oposición que se dan cuando el Hombre, en su más franca acepción, y siempre en el ejercicio cifrado en este caso en su necesidad de recuperar el tiempo y el espacio perdido, se enfrenta por primera vez de forma franca y directa, con la que por aquél entonces es la fuerza por naturaleza. Estamos hablando de la Religión.

Si en condiciones normales la discusión Filosofía Vs Religión puede ser forzada, en el caso de la oposición manifiesta a partir de los elementos que les son propios, a saber Edad Media Vs Ilustración; hacen esta lucha no solo franca, sino imprescindible.
Es así que, lo que en este caso se enfrentan definitivamente, no es tanto la Religión con la Filosofía, como sí en realidad el hecho de si el Hombre está o no autorizado a buscar por sí mismo respuestas más allá de los límites que Dios mismo se supone le impone.

Llegados a este punto, parece imposible negar la condición evolutiva que de la propia lucha de contrarios puede llegarse a obtener.

Y es precisamente de semejante lucha de contrarios, de la que KANT obtendrá una de las más productivas fuentes de energía de las que alimentar su trabajo.

Porque con KANT, podemos declarar oficialmente inaugurada la época de los pensadores ordenados “en tanto que tal”.
Es el momento sin duda, proclive a ello. La definitiva crisis del pensamiento Europeo, que ha permitido a las viejas corrientes medievales sobrevivir dando tumbos desplazándose por los viejos bastiones de la creencia cristiana europea; se ha venido definitivamente abajo, a modo de las murallas de Jericó, arrastrando a la Europa Política y Social a la primera de una sucesión de muchas crisis que amenazan no tanto con enfrentar al continente con sus miserias, sino que más bien puede conducirlo a su fin, al enfrentarlo con el vacío moral.

La superación de la Edad Media, aparte de un proceso largo y absolutamente tedioso, presenta el inefable riesgo de enfrentar a dejar a los hombre solos, en el más absoluto de los sentidos, frente al más terrible de los miedos, el que se ve precedido por la sensación de soledad formulada en la falta absoluta de referentes.
Será precisamente la modificación de estos referentes, en los que el absolutismo de los valores procedentes de la interpretación del dogma, se ve superado por el ejercicio crítico de la Ciencia; lo que lleve definitivamente a definir de manera clara aquello que compondrá los protocolos de referencia dentro de los cuales habrá de desarrollarse el ejercicio dialéctico propiamente dicho.

El resultado de tamaña concentración, tiene dos vertientes. Una es efectivamente resultante, y se cifra en las conclusiones que se relatan en la concepción del modelo Copernicano-Kantiano.
Otras, las más importantes tal vez, son de procedimiento, y se resumen en la transcendencia que se esconde tras el lema Sapere Audet (atrévete a saber).  La responsabilidad como límite fenomenológico de la Ética de Kant.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.