lunes, 5 de marzo de 2012

DE CUANDO EL CAMBIO POR LA MERA OPCIÓN DEL CAMBIO, NO NOS LLEVA MÁS QUE A LA REDUNDANCIA EN EL ERROR.


Una vez más, la certeza de las primas me lleva a despertar, haciendo presa en mí la extraña certeza de que este día no va a ser como los demás. Así, la sorprendente presencia de los almendros, que como vanguardias de la primavera, aparecen ya floridos, convierten en casi inevitable el hecho de que en cualquier momento tropiece mi camino con la primera mariposa, la cual, según las calendas de la saturnalia, encierra el alma de aquella ninfa que, víctima del pecado de la soberbia, renunció a su parte cognisciente en pos de reforzar su componente concupiscible.

Semejante pensamiento, aparentemente ajeno a la actualidad, se muestra en cualquier caso certero de cara a conjugar una más de las ya múltiples explicaciones que se pueden verter de cara a intentar hacer comprensible el actual estado de las cosas.

En la medida en que el tiempo malgastado, casi cinco años son ya demasiados como para continuar buscando en la banalidad, respuestas a éstos nuestros problemas; puede que ya vaya siendo momento de empezar a asumir el hecho de que si bien los sinsabores del tiempo que nos ha tocado vivir pueden tener su origen en malas artes procedimentales procedentes del ejercicio desordenado de los que tienen, han tenido y probablemente tendrán durante muchos años la sartén por el mango; no resulta sino de género más responsable, comenzar a buscar otros orígenes, en causas probablemente mucho más profundas.

El plazo de vigencias de las excusas meramente pragmáticas, o sea las que podían partir de la acción negativa, atribuible este carácter tanto a al perversión como a la mera incompetencia; ya ha caducado. Por ello, empieza a ser ya imprescindible el que comencemos a indagar en campos más profundos, y por ende más cercanos a las estructuras que sustentan el Edificio de nuestro Sistema, a la caza de los principios, sean éstos tanto procedimentales como conceptuales, en los cuales albergar la génesis del problema.

Una vez planteada ésta necesidad de catarsis, los siguientes pasos parecen cuando menos más sencillos, ya que ahora podremos aplicar la óptica de lo analítico y lo individual, sobre un terreno que hasta ahora quedaba imprescindiblemente englobado en la fenomenología de lo social, impidiendo con ello la adopción de medidas lo suficientemente precisas como para garantizar un mínimo de apunte.

Con ello, afinando la puntería, podremos rechazar de plano medidas experimentales, que hasta la fecha han sido las únicas que parecen han sido llevadas a cabo, si bien la experiencia nos demuestra que con nulos o incluso nefastos resultados.

Lo excesivo del ancho de banda con el que en principio se han tratado los asuntos, han convertido en erróneas todas a cuantas conclusiones se ha llegado en tanto que el teatro de operaciones del que las mencionadas partían, era evidentemente erróneo.

Hoy resulta imprescindible adoptar una nueva óptica. Hay que ver las cosas desde el aspecto individual, haciendo del procedimiento analítico el valuarte desde el que auscultar la lontananza en pos de un puerto más seguro en el que arriar las naves.

Que nadie se confunda. No estoy diciendo que la búsqueda de soluciones particulares, de carácter netamente individualistas o perecederas en tanto que excluyentes; sea la solución. Semejantes procedimientos, que constituyen la piedra de toque de ideologías y políticas que, hoy por hoy copan el espectro ideológico a la par que gubernamental del mundo, se están mostrando igual si no más inútiles que aquéllas otras, en un principio más propensas al aglutinamiento conceptual; a las que han ido desbancando del poder, no lo olvidemos enarbolando la para nada brillante cuando no incluso soez bandera de las acusaciones de causalidad respecto de los problemas suscitados.

Entonces ¿Cuál es el concepto al que podemos apelar en términos sociales y de comunidad, que por otro lado tiene su origen y constitutivo fundamental en la gnosis individual?

La respuesta es evidente, y sin duda planea hace rato por las cabezas de algunos. La responsabilidad. La responsabilidad, esa magna cuestión, intrínsecamente presente en el Hombre. Carácter netamente diferenciador. Individual en su naturaleza, cada individuo es exclusivo responsable de sus decisiones; si bien es absolutamente social en su composición final, la sociedad es sobre la que revierte siempre el resultado de las acciones promovidas desde la individualidad de cada alma que actúa.

Sólo desde la responsabilidad, el hombre de esta época que nos ha tocado vivir, podrá decidir sobre la conveniencia o no de algunas de las cuestiones fundamentales que se están poniendo sobre la mesa. Pérdida de derechos fundamentales, retrocesos sociales, restricción de libertades, demolición del Estado del Bienestar…son circunstancias que hacen acto de presencia enmarcadas en una única realidad, la que resulta de comprender que nada, absolutamente nada, volverá a ser igual.

Y desde esa única certeza, es desde la que cada uno, desde sus vivencias como individuo, y su experiencia como integrante de una realidad mayor, habrá de tomar sus decisiones.


Luis Jonás VEGAS. eidos de marzo de 2012.

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