miércoles, 12 de octubre de 2011

DE LOS CALORES PROPIOS DE JULIO, Y DE LAS PASIONES QUE DESPIERTA.


Resulta evidente, que las fiebres y los calores que nos rodean y se empeñan en mantenerse con nosotros, pese a propios del mes de julio, deben de tener necesariamente alguna clase de influencia en la mentalidad de aquellos que, bien por aprendices de brujo, o simplemente por constituirse en salvadores de la patria, deciden sobre la obra, vida y milagros, de aquellos sus coetáneos que desgraciadamente para ellos comparten tiempo, cuando no ubicación geográfica.

Desde aquél catorce de julio de 1789, en el que un nutrido grupo de famélicos, eso si encabronados franceses decidieron lanzarse románticamente contra La Bastilla, poniendo en evidencias las miserias de un Sistema que no sólo por absolutista, sino principalmente por estar en manos de un beodo político; se hacía pedazos; hasta un dieciocho de julio en este caso de año más cercano, y a la sazón y por proximidad más infausto recuerdo, en el que un aprendiz de caballero español decidió que un grupo de desarrapados, a saber y tal vez los perro-flautas del momento, no iban a mandar sobre él, podemos citar un sinnúmero de acontecimientos cuyo fin no podemos citar con precisión, aunque sí podemos ubicar su principio, julio.

Y en julio nos hemos quedado estancados, y para más señas, con Alemania de por medio. Desde que en julio de 1521 un jovencísimo Carlos I de España, (Y V de Alemania), pusiera pie en tierra, los designios de España y Alemania han estado entretejidos por la misma secuencia, la que marca la construcción de Europa y su proyecto, un proyecto que, para bien o para mal siempre ha estado cifrado según el código que estas dos potencias han marcado.

Europa nació siendo un proyecto económico ( no en vano Carlos fue nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico a golpes de los Kilos de oro que se cargaron desde las Cortes,) sin embargo, hubo de ser a través de Felipe II, probablemente el gobernante que, a pesar del tiempo transcurrido, mejor ha sabido comprender la valía del proyecto europeo. Fueron en este caso los problemas de intransigencia religiosa, ubicados de nuevo en Alemania, si bien con la participación de por las todavía entonces colonias de Países Bajos, con la crisis de los hugonotes, los que desestabilizarían Europa. Si bien, la rápida e incuestionable reacción del monarca en pos de garantizar la valía y la vigencia del proyecto, no dejó lugar a dudas sobre el proceder que se debía seguir al respecto, ni en aquél lejano pasado, ni en potenciales futuribles. Y de nuevo para ello fue imprescindible dar un toque de atención a Alemania, y de paso regalar un cogotazo a Inglaterra y a Francia, que tomaron cumplida nota por aquello del aviso a navegantes.

Y por eso hoy, observamos con el desasosiego del abochornado, y con la congoja del que ya no tiene ganas de más, el espectáculo por el que se subastan el proyecto europeo.

Que Europa renaciera al presente a través de un acuerdo comercial, aquél vetusto Benelux con el que Bélgica, Holanda y Luxemburgo jugaban a cicerones, fue algo impresentable. Y por impresentable no podía hacer sino empeorar con aquella reunión la que dio paso al Pacto de Roma, que aparentemente saldaba todas las deudas, incluidas las futuras.

Acciones como esta devolvieron la esperanza de que el proyecto Europa recuperase en algún momento su transfondo social, ese que nunca debió perder; sin embargo, maniobras como las de Maastricht, y más concretamente el marcado giro hacia la exclusividad económica, pronto nos hicieron comprender que la teoría europea había sido pervertida para siempre.

Y así estamos hoy. Narcotizados, sodomizados. Sumergidos en una vorágine de autocastigo, en la que el exceso de culpa, nos hunde en la miseria del pavor. Nuestro horizonte de sucesos se estrecha peligrosamente, impidiéndonos ver más allá de dos palmos, que es en realidad la distancia desde la que están llevando a cabo sus cambalaches aquellos que, una vez más se reparten los despojos del cadáver que ellos han ayudado a matar.

Porque eso es lo que han hecho, unos, y otros. Desde el FMI, hasta el BCE, pasando qué duda cabe por la Cancillería del Reich, (huy, perdón, de la Alemania Reunificada) la cual, a través de la acción, o lo que es peor de la falta de acción de una nueva Dama de Hierro que decide sobre la nueva forma de muerte de Europa; consiente con ojos misteriosos, la caída de aquello que, como uno de sus predecesores, de recuerdo funesto, nunca fue capaz de calibrar. No seré yo quien diga que se está cobrando las deudas de los rencores de su particular Tratado de Versalles.

Y mientras, Estados Unidos de América. ¿Alguien puede decirme si el que fuera el último dinosaurio del planeta era consciente de que tras él, sólo quedaba la extinción? De lo que no me cabe duda es de que con la más que pronta caída de EE.UU. se cierra de manera definitiva una manera de hacer política, una manera de comprender el mundo. Europa, paladín del Capitalismo, entrega la cuchara. Que nadie se confunda, tanto el país, como lo que es mejor, la forma de concebir el mundo, que es lo que en definitiva representa, languidecen, heridos de muerte, comprobamos como China, y los miles de millones de dólares americanos que tiene en sus arcas, no necesitan actuar, ni en uno ni en otro sentido. Nunca mejor dicho, les basta con esperar. Aunque esperan creciendo a un ritmo de crecimiento del 9,5%, tal y como confirma el estudio del segundo trimestre del presente 2011.

En definitiva, el cambio prometido ya está aquí. Como en el cuento de la vieja y la cebolla, que cada cual vaya haciendo recuento de sus acciones, porque el Capital ha sido sentado en el banquillo, y su juicio se acerca y es inminente, a pesar de todo, eso es algo que me produce profunda satisfacción.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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