lunes, 2 de mayo de 2011

EL INEFABLE PRECIO DE LA DIGNIDAD.


Leo hoy una columna del insigne Sr. VINCENT, en su habitual contraportada de el diario El País. La Historia se escribe desde que existen las cámaras. Esa viene a ser la idea principal. Una idea a partir de la que, o después de dar varias vueltas en el mejor de los casos, le sirve para, una vez más, arrojarnos a la cara esa, otra de nuestras vergüenzas a partir de las cuales, la mayor de las tragedias humanitarias, el mayor de los riesgos nucleares, o el mayor de los temores bélicos; dejan de tener para nosotros criterio de actualidad, en cuanto hayan transcurrido dos horas desde la última conexión en directo del medio de prensa que corresponda.

Y es precisamente la paradoja a partir del razonamiento de partida, la que me lleva a ser todavía más franco en la sinrazón que a mi entender se manifiesta a partir del absoluto silencio que han merecido las palabras del Sr. Presidente de los Estados Unidos de América, cuando a mediados de la semana pasada, en un discurso televisado para todo el mundo, anunciaba entre otros asuntos el abandono que Estados Unidos hacia de manera efectiva de la hasta ese momento función asumida a la par que por todo el mundo aceptada de “policía del mundo.”

Yo, por el contrario, me refiero a otra frase. Una frase mucho más corta, y quizá por ello mucho más contundente. Una frase que, por terrible, y en pos de mantener ocultas las consecuencias que de ella evidentemente emanan, ha sido soslayada de toda la crítica política. Sin más preámbulos, una máxima según la cual: “Estados Unidos no puede seguir haciendo frente al elevado precio de la dignidad Humana.”

Elevado precio de la Dignidad Humana. Se refiere tal vez al millón de dólares que cuesta cada uno de los Misiles de Crucero que se están lanzando, una vez más, en esa la última, misión militar en la que nos hemos embarcado. O se refiere por el contrario a los miles de Euros que otros, por ejemplo en Europa habremos de hacer frente por cada diez dólares que suba el barril de petróleo, a causa directa de esa guerra.

Pero no, estas de verdad no pueden ser las verdaderas causas. De serlo estas no se diferencian en absoluto de aquellas, que ya dimos algunos en dos mil tres, cuando a partir de una lamentable fotografía, nos lanzamos a fuego contra un país que, aún hoy todavía paga las consecuencias.

Las nuevas causas, tienen que ser, esencialmente, nuevas. Por ello no pueden ser ni estar formadas a partir de elementos antiguos.

Así, estas, las verdaderas causas hemos de buscarlas en un giro de lo que aquella Convención de las Azores logró; a saber, humillar a Europa, haciéndola manifestar su mayor pesar. Que la ausencia a saber de una política militar y de defensa conjunta, convertía a la OTAN, y lo que es lo mismo a Estados Unidos, en la única línea en caso de necesidad militar.

A eso es a lo que se refiere Obhama, ya que si aquello fue indignante, más lo sería no haber aprendido el coste de nuestras lecciones, y desaprovechar otra vez la posibilidad de recuperar nuestra dignidad.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

MAYO DE 2011.

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