miércoles, 19 de enero de 2011

ENRIQUE TIERNO GALVÁN O DEL HOMENAJE A “EL ÚLTIMO HUMANISTA”


No se ha tratado nunca, y por ello tampoco será preceptivo que empecemos hoy, la que sin duda sería malísima idea por la que hayamos de ser yo, o cualquiera de nosotros, quienes nos sintamos con fuerza para “enmendaros la plana”, a la hora de deciros a vos qué o como habéis de hacer vuestro trabajo. Sin embargo, eso no es óbice para que, en otro orden de cosas os trasmita la desazón que me produjo comprobar como el pasado martes, el tiempo os impedía dar “cumplida lectura” al listado de óbitos, o dicho de otra manera al vademecum de personalidades importantes que habían fallecido tal día como ese martes 19 de enero al que por otro lado hago referencia.

“Defunciones y nacimientos muchos, importantes todos.” Esa más o menos es la fórmula, ingeniosa como muchas, y por otro lado acertada como pocas, que utilizáis a la hora de hacer mención a la sección. Sin embargo, o tal vez por ello, me siento en la obligación moral de retrotraer el tiempo que no se pudo dedicar el pasado martes, para venir aquí y ahora, a rendir, cuando no a tributar un sentido homenaje, a ese gran Humanista por encima de cualquiera otra consideración que fue D. Enrique Tierno Galván.

Porque esa, Humanista con mayúsculas, es la categorización que mejor refleja la definición que siempre enmarcó a las múltiples actividades de este, “Viejo Profesor”. Un hombre que siempre pareció viejo, a aquellos dados tan sólo al análisis superficial, y que no supieron anticiparse a las acciones tan variopintas de este insigne político capaz de rescatar el Manzanares para los patos, a la par que escribía de un tirón “Humanismo y Ciencias Sociales” un compendio sobre las teorías del desarrollo del hombre de cara a los nuevos retos sociales, que en algunos de sus paradigmas aún no ha sido superado.

Maestro, Sociólogo, pero ante todo Político con mayúsculas. Un Marxista Agnóstico, tal y como él mismo se definía, que supo ver desde muy pronto que la evolución de una ciudad, a la par que la de un Pueblo, no por imprescindible iba a ser menos complicada. Por ello, en un acto de sacrificio político, algo por otro lado más trascendental si cabe en aquellos tiempos, permitió que el Partido Socialista “absorbiera” al que era su partido, El Partido Socialista Popular, para comenzar desde dentro, desde el Sistema, una “Revolución” en este caso cultural, que acabó por superar incluso no solo a los planteamientos, sino incluso a las personas que la habían ido dando forma.

España iniciaba un cambio no por trascendental menos imparable. Aquellas primeras elecciones a Ayuntamiento constituían un hecho de consecuencias inestimables. Madrid se dio cuenta de ello, le mostró su apoyo concediéndole la Alcaldía de la Capital de España, y la sociedad madrileña le renovó convocatoria tras convocatoria ese respaldo hasta su muerte, el 19 de enero de 1986, momento en el que dejó huérfanos a Madrid, y a la Política con mayúsculas.

Inventó una nueva forma de hacer Política, para ello aplicó a la acción, metodologías renovadas, que le permitían deslumbrar por un lado a la oposición, a la par que regañaba cariñosamente a algunos de sus compañeros, a los que recordaba que representar a la clase obrera no estaba discutido con vestir adecuadamente en los Plenos Municipales, seguro como estaba de que el respeto a los madrileños estaba por encima de las lucha de clases. Hoy habría que profundizar mucho más dentro de la corbata y la camisa para encontrar un solo político que supiera definir en pocas palabras qué es eso de la lucha de clases.

Compaginó como nadie el uso de aptitudes aparentemente enfrentadas, cuando no contrapuestas. Así, redactaba bandos más propios del Siglo de Oro, a la par que se manejaba de vicio en primera persona con la Juventud que promovió la histórica “movida madrileña”, una Juventud a la que no se cansaba de repetir que “hay que leer de la misma manera como la que las gallinas beben agua, levantando la cabeza cada cierto tiempo para digerir aquello que se había ingerido.”

Lo difícil de algunas glosas, no pasa sólo por no saber cuándo deben acabar, sino por lo dificultoso que resulta hacerlo de manera adecuada. Sin embargo, en este caso creo que la mejor manera de hacerlo es con esa máxima que el escritos J.D. Salinger pone en boca de Holden, el protagonista de su única pero suficiente para hacerle inmortal obra “El Guardián entre el Centeno”. Lo que nos muestra la diferencia entre una Sociedad madura y otra que no lo es, pasa por comprender que en la Sociedad inmadura abundan los individuos a los que les sobran motivos para morir vulgarmente por una idea. En las Sociedades Maduras encuentras individuos que son capaces de vivir humildemente en el ejercicio diario de sus ideas.”

En la confianza de haber escrito algo que necesitaba, sin, por otro lado, la necesidad de aportar nada.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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