lunes, 29 de junio de 2009

¿EXISTE VIDA ANTES DE LA MUERTE?


Sí, en realidad la cuestión está bien planteada porque… ¿Desde cuándo nos hemos permitido en España vivir realmente nuestra vida.? Tal vez la respuesta a esa pregunta radique en los mismos lugares en los que descansa otra semánticamente muy parecida: ¿Desde cuándo nos hemos permitido en España la satisfacción cuando no el lujo de pensar.?

En toda Europa a lo largo de la trágica Edad Media, y en España desgraciadamente durante un periodo de tiempo mucho más largo, que por avatares de la Historia se ha prolongado hasta hace apenas cuatro días; la pregunta correcta estaba formulada en otros términos. Más bien se trataba de aseverar con conocimiento de causa si había o no vida después de la muerte. Para darse cuenta de ello basta con aceptar sinceramente que ahora, algunos de nuestros queridos lectores estarán volviendo sobre sus pasos para comprobar, algunos no sin sonrojo, lo que realmente dicta la oración que hace las veces de título y entradilla de nuestro artículo. Y es que, hasta hace como digo cuatro días, en España era más sencillo acceder a un cura para que te argumentara las bonanzas de la futura vida eterna; que a un Filósofo o a cualquier otro erudito que complaciera tus demandas sobre motivos netamente terrenales, y mucho más contempráneos.

El motivo no por sencillo era menos lógico: a los sistemas ponderantes y a las estructuras de poder existentes les era mucho más sencillo que la gente se cuestionara su destino después de la muerte, antes de tener que enfrentarse al cúmulo de problemas que sin duda surgirían en caso de tener que responder a preguntas tan sencillas como las que se haría una madre ante el hecho de comprobar que su hijito se muere de hambre, u otras menos espectaculares como la de ver cuatro millones y medio de parados dentro de un sistema que por caduco e insostenible empieza a intuir la existencia de un problema mucho después de que entre los representados por ese Sistema están ya pasando hambre.

El instrumento para hacer comprensible esto es muy sencillo. Impedir pensar, y la forma natural de aportar respuestas a la gente sin que esta piense, o mejor aún dándoles la respuesta antes de que ni tan siquiera tengan la necesidad de hacer la pregunta, pasa, como todos nos imaginamos, por la consabida Religión.

Sin embargo, por una vez no se trata de hacer a la Religión culpable de todos los males. Estamos a punto de celebrar los 33 (treinta y tres años qué curioso), de Gobiernos Democráticos. Con Suárez se despertó en España una costumbre que llevaba demasiados años dormida, si no aletargada, la costumbre de pensar. El que piensa duda, el que duda pregunta y cuestiona, y por eso es mejor eliminarle. Ante esta consigna, y desde la Generación del 36, los padres, en defensa propia se olvidaron de pensar, y lo que es peor, en defensa de sus hijos, se olvidaron de enseñarles a pensar a ellos.

Tiene que ser ahora, cuando florecemos los de la Generación del 75 al 80, cuando maquinarias oxidadas y herrumbrosas, las del pensamiento individual y colectivo, vuelven a ponerse en marcha, a pesar de algunos, y por desgracia no con el apoyo de todos. Sin embargo, la inercia es mucha, y dentro de poco, con la labor lubricante del recuerdo de las generaciones perdidas, y con la fuerza dinámica de la Universidad, este país recuperará sus ancestros, enterrará a sus muertos, y. sin duda, volverá a hacer presente lo que hasta hace poco sólo era permanente futuro.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

JUNIO DE 2009

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