sábado, 23 de mayo de 2009

HACIA LA POLÍTICA DEL SOLAR


Resulta evidente, casi natural, que una vez fracasada la economía basada en el ladrillo, sea necesaria la confección de una política basada en elementos más profundos, más sólidos. Y tan profunda ha sido la búsqueda de soluciones que trasciendan al ladrillo, que hemos alcanzado no solo los cimientos, hemos llegado a cuestionar la base misma, hemos llegado al solar.

Desde tiempos inmemoriales, el sinónimo lógico del poder se encontraba concentrado en la posesión del bien diferenciador, en la posesión de la tierra. Por aquél tiempo, en el que todo era si no más sencillo, sí al menos más natural; la posesión de la tierra se unía a la tenencia de la riqueza que de la conjunción de ésta con el trabajo emanaba, en definitiva, eran los principios básicos de la tan buscada hoy en día de nuevo economía productiva.
Sin embargo, inocente de aquel que sinceramente crea en la veracidad de los argumentos de aquellos que aparentemente promueven y abogan por la vuelta a estos orígenes. Sus motivos, al igual que sus procedimientos, no pueden ser realmente tan sencillos como la apariencia intenta indicarnos. La realidad es que, como ocurre con el aceite y el agua, conjugar ambos términos resulta cuando menos costosos, de manera que hacer coincidir en la misma ecuación principios básicos del Capitalismo (vulgar especulación en base a la posesión del terreno, urbano si es posible,) con principios productivos elementales del Comunismo, tales como la revalorización de los recursos en base a la aportación del trabajo, da como resultado un cóctel complicado, cuando no incendiario.

Hechas estas observaciones, y una vez obtenidas las conclusiones que le son naturales, la pregunta es obvia, ¿Quién sale beneficiado con el caos.? No menos lógica resulta la respuesta. Por deducción aquél que necesita del cambio cuando no sea más que para lograr en base al mismo una mejora respecto de la posición que en el momento presente ocupe, esto es por ende, la oposición.

Cometeríamos un error imperdonable si, una vez alcanzadas estas consideraciones, no les diéramos la suficiente importancia, y tomásemos además las medidas preventivas necesarias. Porque no debemos olvidar que en España la oposición es la Derecha más recalcitrante, representada tampoco lo olvidemos por un Partido Popular que, como león herido, es ahora si cabe más peligroso que antes, azuzado además por la responsabilidad electoral que en estos momentos, recién comenzada la campaña electoral de las europeas; puede tener un retorno a sus viejos principios de salvadores de la patria, máxime cuando la situación general que nos rodea ha reducido el marco de operaciones a un sólo término, monólogo y dictatorial cual es el de la crisis.

Con todo esto claro, nos permitimos el lujo de anticipar una Campaña complicada. Una campaña en la que, como hace mucho tiempo que no ocurría, los discursos volverá a tener contenido, y aquellos que los pronuncien, tal y como no ocurría desde hace mucho tiempo, habrán de ser verdaderamente responsables antes sus votantes, no sólo en lo dicho, sino también en las formas.

Y ahí es donde surge el miedo. La Derecha por condición propia se ha hecho merecedora de un discurso, y diría más, de unas propuestas las cuales, una vez son despojadas de la morralla prpia de la retórica, y de los adornos del sofismo, no pega realmente con el proyecto de edificio europeo que llevamos tantos años construyendo. Por ello a lo mejor sienten la tentación de proponer la demolición de ese edificio en el que construimos un proyecto social, para quedarse con el solar y levantar un casino, y varios campos de golf.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

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